jueves, 26 de septiembre de 2013

Los nuevos dueños del intocable Poder Judicial.


Durante la última década se han adelantado procesos judiciales contra miembros de la Rama Legislativa por hechos que van desde la asociación con grupos al margen de la ley con fines electorales hasta acciones de corrupción en entidades oficiales. De igual manera, han sido llamados a juicio Ministros del Despacho por violaciones a  normas penales. La exigencia de responsabilidades penales, fiscales y disciplinarias  a integrantes de estas dos ramas del poder público han permitido en algo la depuración del sistema político. Pareciera que el adagio según el cual   “la ley es  para los de ruana” comienza a perder un poco de aplicación con referencia  a los miembros del Congreso y del Gobierno Nacional.

En contraposición con la anterior situación, el fuero de intangibilidad que crece día a día es aquel que cobija a los miembros de las Altas Cortes de Justicia en Colombia (Corte Constitucional, Corte Suprema de Justicia, Consejo de Estado y Consejo Superior de la Judicatura). Estos funcionarios no deben responder ante ninguna autoridad por las acciones u omisiones que cometan en ejercicio de sus cargos. Si alguien tiene plena garantía de impunidad en la Colombia del 2013 son paradójicamente los encargados de administrar justicia. La Constitución establece que quien debe investigar las denuncias contra  los 75 altos magistrados de la Rama Judicial es la Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes, institución que jamás ha llevado una sola acusación al Senado contra funcionario alguno. Por ello, es más fácil entender la razón por la cual han permanecido en sus cargos funcionarios que reciben regalos de narcotraficantes o que atropellan los derechos de otros ciudadanos sin siquiera brindar una excusa.

No existe funcionario público dentro de la estructura del Estado en Colombia que pueda solicitar explicaciones a los “altos dignatarios de la justicia”. La investigación fiscal que adelantaba la Contraloría General contra Magistrados del Consejo Superior de la Judicatura que impulsaron el repugnante carrusel de las pensiones en esa entidad mediante el cual funcionarios judiciales multiplicaban de manera geométrica su pensión de jubilación fue enterrada por la Corte Suprema de Justicia al indicar que la única autoridad que puede indagar por las actuaciones de los miembros de la cúpula judicial  es el Congreso de la República. El fallo fue consecuencia de una tutela interpuesta por el abogado de Saludcoop y ahora Fiscal General de la Nación, Eduardo Montealegre. De esta manera, el Fiscal y los Magistrados de las Cortes en defensa de su fuero notificafron una vez que son intocables.

Mientras nos desgastamos en los últimos años en el enfrentamiento entre Uribe y la Corte Suprema, no pudimos percatarnos que de manera soterrada y silenciosa la Rama Judicial fue pasando a ser propiedad de un pequeño grupo de personas que manejan los nombramientos de jueces y las decisiones de importancia. La exclusión de miembros de la Academia y litigantes de la conformación de las Cortes es un síntoma del cambio ocurrido. La designación de las 5 vacantes de la Corte Suprema de Justicia ocurrida en los últimos días así lo confirma. Quienes como magistrados negociaron con el Gobierno la ampliación de sus periodos en la vergonzosa reforma a la Justicia después se hicieron nombrar en el Consejo Superior de la Judicatura para seleccionar las ternas de quienes conformaran los cargos vacantes en la Rama Judicial.

Las renuncias de magistrados como Namen y Solarte en los últimos años, unidos a la persecución de Magistrados  como Néstor Raúl Correa Henao en el Consejo Superior de la Judicatura son apenas una muestra de lo que ocurre a quienes piensan diferente a los nuevos dueños del poder judicial. Debe reconocerse que la maniobra distractora fue exitosa. Mientras ganaron apoyo de la opinión por ser la única institución en oponerse al anterior presidente se adueñaron del poder judicial y los últimos acontecimientos han demostrado que quieren ejercer su poder sin ningún control ni medida. Parece que el remedio fue peor que la enfermedad.