En la mayoría de las
regiones de Colombia existen unos personajes que adelantan sus actividades
políticas y económicas al margen de la ley pero nunca son señalados y mucho
menos castigados por sus acciones. Aunque son un secreto a voces sus actos de
corrupción, no existe nadie que atreva a denunciarlos y tampoco autoridad que
se atreva a procesarlos. El carrusel de la contratación que comandaron los
hermanos Moreno en Bogotá se repite a lo largo y ancho del país sin
consecuencias para sus participantes.
En medio del actual ambiente
desolador, en el cual el candidato presidencial y actual vicepresidente
notifica a todos los ciudadanos que su partido tiene como prioridad complacer
los caprichos de caciques regionales que juren lealtad a su campaña
presidencial, es preciso destacar personas como el periodista Gonzalo Guillén
que ha realizado importantes denuncias públicas contra personajes que hasta antes de ellas eran
intocables. Gracias a estas denuncias, los familiares del actual Contralor han
sido procesados y condenados por variados delitos y el exgobernador de la
Guajira que fue avalado por el partido de Vargas Lleras se encuentra asistiendo
a un proceso penal por homicidio.
Guillen hubiera podido optar
por el camino fácil de mirar para otro lado y esperar que las autoridades y sus
exhaustivas investigaciones cumplieran su deber. El cuidado personal y la
tranquilidad indicarían que esa era la mejor decisión. Hacer público lo que se
comentaba en privado equivalía a firmar una sentencia de muerte. Muchos de
quienes confiaron en el sistema y tramitaron sus denuncias se encuentran hoy domiciliados en el
cementerio, mientras los que corrieron mejor suertes fueron desplazados o se
encuentran exiliados. Con el dossier de los denunciados, la consecuencia de
hacer públicas sus actuaciones será tener una fuerte escolta de por vida. Guillén
optó por darle voz a los decenas de muertos y desaparecidos a costa de su
propia seguridad personal y gracias a
ello obligó al aparato judicial a realizar las investigaciones que por años de
manera deliberada omitió.
En esta época de sombras,
fiscales venales, procuradores y
contralores que llegan a sus cargos gracias a las dádivas que reparten entre
sus electores y de políticos dispuestos a venderlo todo por su ambición de ser
presidentes, historias como las de Gonzalo Guillen se convierten en leyendas de
nuestra época, pues conociendo el entorno colombiano se requiere una mezcla de heroísmo
y locura para realizar esta clase de denuncias.
Si Guillen hubiera vivido en las épocas de Sodoma y Gomorra, éstas no
hubieran ardido bajo el fuego.