Parecía imposible elegir un fiscal
peor que los anteriores. Del fiscal que mantenía abierta su oficina a nombre de
un tercero al fiscal que firmaba lo que sus subalternos elaboraban porque no entendía
nada de derecho penal al fiscal obsesionado con las cirugías estéticas y las
fiestas con amigos a la fiscal que al momento de su elección luchaba a
dentelladas por una pensión por invalidez alegando una pérdida de capacidad laboral superior al 50% al fiscal
que regaló contratos millonarios y jamás investigó a sus clientes que planearon
y ejecutaron el mayor robo a las arcas de la salud en la historia de Colombia.
Pero, con mucho esfuerzo y
dedicación, lo hemos logrado. Ha sido elegido fiscal general de la nación un
exfuncionario de los gobiernos de Samper, Pastrana y Santos que hace doce
meses, en su calidad de superministro del gabinete impulsó modificaciones a un
proyecto de reforma constitucional que favorecían a quienes un año más tarde lo
elegirían como fiscal. De las historias asquerosas y putrefactas que estamos acostumbrados a escuchar y conocer
los colombianos, la elección de este fiscal general es una pieza de colección.
Si un día nos miramos al espejo y queremos ver la clase de país que somos, solo
tenemos que ver como tramitó su postulación y elección como fiscal general Néstor
Humberto Martínez. Todos fuimos testigos de la manera como utilizó un cargo
pagado con recursos públicos para impulsar su aspiración. Todos fuimos testigos
del amañado concurso público que el tal presidente Santos hizo para seleccionar
entre las mejores hojas de vida los nombres que acompañarían la terna para seleccionar
al fiscal que había “ganado” su cargo desde mediados de 2015. Y el triste papel
de nuestro máximo tribunal de la justicia ordinaria en esta elección sirve para
demostrar el estado actual de la administración de justicia en Colombia. Se
demoraron más de 100 días para “estudiar” las propuestas y hojas de vida de los
tres aspirantes al cargo cuando el fiscal había sido elegido desde 2015. El
sainete no pudo salir peor. Un fiscal encargado tratando de hacer en tres meses
lo que su jefe no hizo en cuatro años y una Corte que se tomaba recesos de
quince días para continuar una votación “cumpliendo” de manera estricta su
reglamento. Pobre el país en que un tribunal se demora cuatro meses para
seleccionar una persona de una terna. ¿Cómo será con los procesos que debe
fallar? Por esos se cuentan por años la resolución de los recursos de casación
que se resuelven en estricto derecho en Macondo.
Como si lo anterior no hubiera
sido de público conocimiento, el diario El Tiempo de propiedad del principal
cliente del nuevo fiscal presionó durante semanas su elección y celebró
rabiosamente la misma, indicando que había llegado el gerente que le faltaba a
la fiscalía. El nuevo fiscal quien durante el año que demoró su elección
adelantó labores como litigante, representando en este lapso a clientes como
los ingenios azucareros que impugnaban sanciones impuestas por sus excompañeros
de gobierno hace declaraciones como si el proceso que lo llevo a ese cargo
hubiera estado enmarcado por la transparencia y la rectitud. Y los medios le
hacen el juego. El nuevo fiscal, como el emperador del cuento de Andersen está
desnudo pero nadie se atreve a decírselo. Martínez no tiene autoridad moral
para investigar ni solicitar la condena de nadie porque su proceso de postulación
y elección está empañado por el favorecimiento, las influencias y contraviene
la moralidad pública. Lo único que se respetó en su elección fueron las
formas. Pero, en contra de lo evidente,
todos felicitan al emperador por su nuevo traje y al fiscal por su justa
elección.
Eso debía generar una reflexión
pública pero el silencio y el aplauso interesado acallan cualquier propuesta de
debate. Mientras tanto, José Obdulio Gaviria propondrá al Senado que se declare
la nulidad del proceso al magistrado Pretelt. Embarrando el proceso de esta
manera, el ilustre senador logrará dar el aire que le falta a Pretelt con la
finalidad que termine su periodo en la Corte Constitucional y regrese a
regentar sus “cátedras” en la academia.
Con el Primo de Pablo Escobar y un exministro de Samper administrando justicia Colombia
continúa consolidándose como una tierra fértil para la impunidad.