Algunos ingenuos pensamos
que luego de la revelación pública de las acciones de algunos magistrados de la
Corte Constitucional relativas a sus
reuniones con apoderados de litigios millonarios, selección extraña de tutelas
y nombramientos de sus familiares en diferentes órganos de control la consecuencia
de lo anterior sería como mínimo un acto
de contricción público de todos los involucrados o la renuncia de los mismos a
sus cargos como una señal de respeto a la institución en la cual presta sus
servicios.
La realidad es distinta.
Ninguno de los magistrados renunciará. El tema quedo zanjado con una babosa
rendición de cuentas y un proyecto de autoreforma en que se comprometerán -ahora
sí- a cumplir el reglamento de la corporación. Si el elefante no renunció y
ahora es Secretario General de Unasur porque iban a renunciar ellos. Si los
lugartenientes del Elefante son hoy Ministro del Interior y Jefe de una bancada
del Senado a pesar de los hechos ocurrido hace veinte años en la campaña
presidencial porque iban a dar ellos el
ejemplo de renunciar. “Luisgui” y sus
amiguetes, los “guardianes de la Constitución” no darán un paso al costado para
no desinstitucionzar al país. Y en realidad, parecen tener razón. Nada más
institucionalizado en las esferas del poder de Colombia que el tráfico de
influencias y el cambio de favores. No sólo sería la renuncia de ellos sino la
de todo su grupo de familiares ubicado en cargos públicos de libre nombramiento
y remoción. Que concursen los ciudadanos, porque los magistrados y sus familias
pertenecen a una casta superior que no debe ser sometida a vejaciones.
En río revuelto el
jugador de póker utilizó la crisis y de la mano de los consejos de otro
exministro del elefante utilizó la coyuntura para apropiarse del nuevo tribunal
de aforados y echarse de paso al bolsillo a toda la Corte Constitucional a la que
ha salvado de la ignominia. Ante el salto al vacío que implicaba traer nueve
abogados que pudieran cumplir sus funciones de manera independiente, Santos
resolvió respaldar a ocho de los nueve magistrados y de esta manera aseguro por anticipado la victoria del
Gobierno en los asuntos que se tramiten en ese Tribunal. La manera de resolver
esta crisis refleja el nervio del santismo: decir una cosa en público, arregla
otra en privado y dejar que EL TIEMPO haga el resto. Quedo confirmado: El
rescate de la justicia será el hundimiento del magistrado Pretelt. Las penas de
la justicia serán lavadas con el retiro o procesamiento del magistrado.
Irónicamente, un político que nunca debió ser magistrado terminó siendo
utilizado por los jueces para salvarse políticamente.
Las insólitas explicaciones
de Montealegre y los silencios de Ordoñez sobre las ferias de nombramientos de
allegados a jueces de las más altas Cortes de Colombia demuestran que nada
cambiara. Y el Gobierno que impulsó y exigió a su mayoría parlamentaria que
eligiera como Contralor a una persona
con los antecedentes de Maya que en 2016 cumple la edad de retiro forzoso para
funcionarios públicos será el que nombrara los jueces de los jueces. Queso para
el ratón.
Pretlet por interés personal
y no por convicción podría pasar de ser malvado a héroe si en su caída continúa
revelando la manera en que se manejan los litigios en Colombia y como los
magistrados se benefician de ello. Es tan desolador el panorama que la única
esperanza de que sople algo de aire fresco en la cloaca que han convertido la
justicia esta en su integrante más señalado.