A dos meses de las elecciones
presidenciales en Colombia avanza con paso de vencedores la candidatura de Iván
Duque. Tras el impulso recibido el pasado 11 de marzo en la consulta mediante
la cual compitió por la nominación de candidato presidencial con Alejandro
Ordoñez y Martha Lucía Ramírez, las encuestas menos favorables a su nombre lo
sitúan a gran distancia de los demás candidatos, con posibilidades incluso de
triunfar en la primera vuelta electoral.
Duque es un abogado de mi
generación que asistió a las aulas universitarias con posterioridad al cambio
constitucional de 1991. En lo personal, me parece una persona inteligente y
preparada que realizó una tarea interesante como congresista, siendo conocidas
sus posiciones políticas por las columnas que desde hace años publicaba en Portafolio.
Para llegar a la nominación como candidato del Centro Democrático Duque inició
desde hace algunos meses una transformación que comenzó con la alabanza
constante a las ejecutorias de su “presidente eterno” en su doble periodo y
continuo con hacer propios los principales planteamientos del dueño del partido
y sus áulicos. La única manera de ganar la confianza de este grupo que todavía
se estremece con la “traición” del presidente que eligieron en 2010 ha
consistido en convertirse en el vocero público de las ideas del expresidente
Uribe. Sabiendo que el Centro Democrático no es un partido político sino un
bien de propiedad del expresidente, la repetición diaria de su credo parece la
única manera de convencer a los votantes que no será un segundo Santos. A lo
anterior, se suma la circunstancia de tener un adversario en el cual pueden
integrarse todos los miedos de cierta parte de la sociedad: un exguerrillero
que tuvo afinidades con Chavez y nos convertirá en Cuba. La subida en las
encuestas de Gustavo Petro fue fundamental para el ascenso en la intención de
voto de Duque, pues la disyuntiva que se le ha presentado a la población es
Duque o Venezuela, lo cual lejos de ser
cierto produce una sensación de miedo en la cual los electores votaron y
votaran para alejar el demonio de Maduro del país. En adelante la campaña
consistirá en continuar presentando a los electores esa dualidad acompañada de
las imágenes del candidato identificado como castrochavista en diferentes
momentos de su vida en situaciones que demuestran que seremos otra Venezuela y
con esa percepción llegara al poder el discípulo amado del expresidente Uribe.
Habiendo establecido la
campaña en el escenario perfecto para el regreso al poder del expresidente
Uribe, es necesario revisar algunas de las propuestas del candidato Duque para confirmar que pareciera que
Colombia se encontrara en la misma situación de hace dos décadas debido a que
se formulan los mismos problemas y soluciones de aquellas épocas.
Una de las propuestas que
reitera el candidato líder de las encuestas es el regreso a la penalización de
la dosis personal de droga que fue abolida por la Corte Constitucional en la
célebre sentencia de Carlos Gaviria de 1994. Esa idea que no ´pudo ser
concretada por Uribe en sus dos periodos presidenciales, es defendida por
escuderos de su organización como Fernando Londoño, quienes entienden que la
desgracia del país está en no poder meter a la cárcel a todos los que
encuentren con cualquier cantidad de droga sin importar su destinación ni
cantidad. Haciendo a un lado la crisis de cupos del sistema penitenciario del
país, la idea pretende criminalizar por igual a jíbaros y consumidores, en el
entendido que si algunos de los primeros han adelantado su actividad por la no
penalización de la dosis personal, la solución es eliminar por completo tal
opción. La justicia colapsada se encargaría diariamente de realizar
imputaciones de cargos a quien encuentre con cualquier dosis de alucinógenos.
La derrotada teoría de enfocar el asunto de las drogas con represión en lugar
de que sea un tema de salud pública tiene el peligro de volver para quedarse en
el país con esta propuesta.
La estruendosa derrota del
partido de las farc en las pasadas elecciones parlamentarias a pesar de las
predicciones de aquellos que indicaban que el cartel de droga más poderosa del
mundo con sus miles de millones de dólares encaletados iba a comprar votos por
todo el territorio nacional no fue suficiente y es necesario seguir ventilando
cambios en el acuerdo de paz firmado con el gobierno de Santos. No contentos
con la podada que tuvo la justicia especial para la paz en la Corte
Constitucional que convirtió estos tribunales en simples relatores de los
hechos ocurridos en el último medio siglo de acuerdo al decir de sus actores
(guerrila-fuerzas militares) y estableció que los particulares solo asistirían
a esta Corte cuando su voluntad les indicara hacerlo, el candidato Duque
propone que se reforme el acuerdo y se excluya a los miembros de las fuerzas
armadas de la “justicia de las farc”, para lograr que nuestros héroes sean
juzgados por la imparcial y oportuna justicia penal militar. La anterior
propuesta va incluida dentro de un paquete en el cual se pretende eliminar el narcotráfico
como delito conexo, abriendo la posibilidad de extraditar a los miembros de la
guerrilla de conformidad con el capricho del todopoderoso ejecutivo. De esta
manera, las farc aún desmovilizadas y políticamente derrotadas siguen siendo
uno de los objetivos del centro democrático. No bastando con ver muerto al
adversario, se debe desenterrarlo y volverlo a sacrificar para asegurar que el
castigo sea adecuado.
A los anteriores principios se
suma la idea de eliminar todas las cortes judiciales existentes y crear un
único tribunal supremo en asuntos ordinarios, contencioso administrativos y
constitucionales. En el debate de
Columbia Duque fundamentó su propuesta en los altos costos que tiene para el
fisco el abultado número de magistrados. Uribe insiste en que la condena de la
mitad de su gabinete se debe a una persecución política y la mejor manera de
saldar esa cuenta es eliminando todas las cortes y creando una cuyos
magistrados vitalicios sean elegidos por su movimiento. Este sería el primer
paso para sepultar los avances en materia de derechos fundamentales del último
cuarto de siglo además de lograr la cooptación del único poder que no pudo
dominar en sus ocho años de poder el senador más votado de Colombia.
La segunda versión de las
propuestas de menos impuestos directos y mayores garantías para los
inversionistas extranjeros hacen parte del menú económico del candidato con mayores
opciones para ser presidente. Los temas educativos y ambientales se mencionan
en un segundo plano pues parecen propios de mamertos que se oponen al
desarrollo del país.
Se suma a lo anterior, el lío
del que tendrá el candidato para pagarle su apoyo a extremistas de la calaña de
Alejandro Ordoñez que estará dispuesto a seguirle prestando sus servicios al
país desde algún cargo público. Esconder este tipo de personajillos en la
nómina del Estado será otra tarea extenuante para el próximo presidente salvo
que concuerden con el espíritu perseguidor y revanchista de personajes como el
nombrado.
Así, dieciséis años después de
la llegada al poder de Alvaro Uribe, las propuestas del candidato más opcionado
para llegar a la presidencia son idénticas a las suyas. Guerra a lo que queda de
las farc aunque estén de civil, persecución al consumo de droga y concentración
del poder en manos del presidente. Muchos de los temas que hoy propone Duque solo
podrían concretarse vía reformas constitucionales, con lo cual, en la eventualidad de integrar una mayoría parlamentaria
importante, estaríamos a las puertas de la más importante contrarreforma que
hubiera visto Colombia en el último medio siglo. Por evitar parecernos a
Venezuela, el país está entregando un cheque en blanco a un grupo político que
nos quiere regresar a la Constitución de 1886. A estas alturas, el único
consuelo que queda es que Duque salga igual que Santos y cuando llegue al poder
realice un gobierno sensato y equilibrado. La historia dirá si el perro se deja
capar dos veces.