Karen Sulay Garay Soto era una mujer oriunda del municipio
de Silvania en el departamento de Cundinamarca. Luego de conseguir su grado
como tecnóloga en cartografía en la Universidad de Cundinamarca, laboró en la Alcaldía
de su municipio y con posterioridad participó y gano el concurso para ejercer
la función de comunicadora catastral de la Unidad Administrativa Especial de gestión de restitución de tierras despojadas..
Para el año 2021 su trabajo era la comunicación y preparación de documentos para
la elaboración de informes sobre tierras despojadas a sus propietarios en el
marco del conflicto armado, ese que algunos todavía insisten en que nunca
existió.
En palabras más sencillas, su trabajo por la modalidad
de contrato de prestación de servicios, por el cual, luego de los descuentos de
rigor y aportes al sistema de seguridad social, recibía menos de dos salarios
mínimos legales mensuales, consistía en ir a lugares rurales del departamento
del Meta a notificar a los ocupantes de una finca o terreno que sobre dicho
predio se iniciaría un proceso de restitución de tierras en favor de quienes en
el pasado habían sido despojados de su propiedad.
El 27 de mayo pasado, Karen Sulay. en compañía de las
hermanas Sandra y Yadmil Cortes, solicitantes de restitución de un predio en el
municipio de Mesetas viajaron al lugar a notificar a los ocupantes del inicio
del proceso, en compañía del Johan Cogua, quien las transportó en un vehículo al
lugar. Su último contacto fue ese día a las tres de la tarde. Cuarenta y dos días
después, en una fosa común fueron encontrados los cadáveres todos los mencionados.
Al parecer, fueron asesinados el mismo día que llegaron a realizar la
diligencia de notificación. Según los artículos de prensa, en la zona donde se
pretendía iniciar el proceso de restitución, existe influencia de un grupo
delincuencial derivado de grupos que se escindieron de las farc y continuaron actividades
de narcotráfico como reyes en esas zonas.
Y,¿Quién acompañaba a la funcionaria y las hermanas que pretendían iniciar
el proceso de restitución de las tierras despojadas a su padre? Nadie. Y, ¿Existía
algún mecanismo para alertar situaciones de emergencia a otras autoridades?. De
acuerdo por lo investigado por El Espectador, acaso el único medio al que interesó
el tema. existió ese mecanismo de botón
de urgencia pero desde 2019 fue eliminado por la Unidad. Entonces, dos mujeres
despojadas acompañadas de una valiente funcionaria y un conductor se
desplazaron a una zona roja en que no existe control territorial del Estado a
iniciar un proceso de restitución de tierras despojadas sin más protección que
la “ley”. Las consecuencias de esa osadía que eran previsibles fue su asesinato
a manos de los delincuentes que ocuparon,
ocupan y seguirán ocupando ese predio. Cuando se conoció la noticia, vinieron las
declaraciones de siempre. ¿Y existió alguna reacción conocida del gobierno?
Ninguna diferente a declaraciones vagas. Al parecer, ni la fuerza pública se
ánima a entrar en ese lugar. La funcionaria Karen Sulay Garay Soto debió
recibir un homenaje póstumo y público por su sacrificio no fue merecedora de
ello. La cruz de Boyacá en Colombia la tenemos reservada para especialistas en
hurgarse la nariz como Ernesto Macías o canteras morales como Gómez Méndez.
Los asesinatos ocurridos en Mesetas sirven de marco
para entender la manera en que el gobierno de Iván Duque acabó el proceso de
paz. Si bien mantuvo de manera formal las instituciones creadas como
consecuencia del mismo, en la práctica les quito a todas el botón de pánico y
las condeno a una silenciosa muerte. La reforma rural integral, acaso uno de
los puntos neurálgicos del acuerdo y del conflicto armado en Colombia fue
desechada. La sola idea de actualizar el catastro rural es concebida como una
invitación a la catástrofe. El promocionado estatuto de la oposición, que tiene
como una de sus novedades, las réplicas de los partidos opuestos al gobierno a
las intervenciones del Presidente de la república fue burlado de manera sistemática.
Duque nunca escucho a la oposición desde que al condecorado Macías y el delincuente
Pulgar crearon jugaditas para impedir que ello ocurriera. A lo anterior, se
suma que el actual mandatario rompió el récord de intervenciones públicas de
cualquier presidente anterior con su programa matinal, el cual solo se vio interrumpido
cuando medio país estaba en medio de las protestas más concurridas en las
últimas décadas. En últimas, el “proceso
de paz” fue reducido a lo que siempre quiso el titiritero mayor. Una
desmovilización con vaga ayuda estatal y una participación marginal de algunos
exmiembros de farc en el Congreso que por sí sola es causal de hiperventilación
de la “gente decente” que prefiere una guerrilla en pie a que participen en
política algunos miembros de ese grupo. El proceso se fue reduciendo a eso y no
genero cambio alguno. Todavía se discute por los ganadores del referendo de
2016 la obligación que tenía Santos de romper las negociaciones en virtud de
ese resultado.
Es famosa la frase de Fernando Londoño relacionada con
la necesidad del Centro Democrático de “hacer trizas el acuerdo de paz”. Para cumplirla
bastó no cumplir los compromisos del Estado. Solo requería ir eliminado apoyos,
dilatando soluciones y dejando pasar el tiempo. Nombrar un opositor a los
acuerdos con aspiraciones de candidato presidencial como Comisionado de Paz era
necesario. Que la Fiscalía fuera manejada por un megalómano que destinara como
función principal de la entidad la defensa del gran colombiano era otra
condición. La Procuraduría bajo el mando de un grupo político necesitado de
esconder escándalos y regentada por una funcionaria que entiende que el Ministerio
Público es parte del gabinete del Presidente es otro. La obsesión por construir
una verdad judicial que resguarde la imagen del dueño del poder es la única
meta de estas dos instituciones y sus jefes.
Si el fin último de este periodo presidencial fue dejar
sin aire el proceso de paz, cumplió con éxito su cometido. Sin embargo, los costos
han sido altos, incluso para el propio partido de gobierno. La imposibilidad
que su fundador pueda volverse a lanzar al Congreso tendrá como consecuencia una
severa reducción de su bancada. Con la desaprobación del gobierno creciendo de
manera constante, la posibilidad que uno de sus integrantes suceda a Duque es
muy baja. El vacío de poder ocasiona un momento inigualable para los demagogos.
Así, el demagogo de izquierda que hoy lidera los sondeos promete repetir fracasadas
fórmulas basadas en imprimir dinero para repartir. De otra parte, otros demagogos
que comienzan a aparecer en las encuestas proponen combatir la corrupción a
pata y puño. Y en la desesperación, sus propuestas tienen grandes auditorios.
Es deseable que las próximas elecciones no se
conviertan en una repetición de la segunda vuelta de 2018. Cualquier otro opción
que enfrente a cualquiera de los extremos es preferible a cuatro años mas de
estancamiento en el debate de los mismos temas en beneficio de las mismas
partes. Cualquiera que pase a segunda vuelta y compita contra ellos debe ser
apoyada para salir del 2002.
Paz en la tumba de Karen Sulay Garay Soto quien dio su vida en ejercicio de su trabajo en el país real mientras los demás seguimos discutiendo de lo divino y lo humano en el país virtual, ese mismo que ni siquiera registro su desaparición.
Excelente artículo, esa es la Colombia que tenemos, y lo que nos depara es más incierto.
ResponderEliminarLa solución para acabar con el régimen que gobierna nuestro país esta en la historia no olvidemos cual es el camino una verdadera revolución.
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