Emilio Tapia es un modelo
del delincuente que circunda por los pasillos de todas las oficinas de la
administración púbica en Colombia. No crea nada, no aporta nada. Su labor
consiste en estar al lado de Alcaldes y Gobernadores manejando a la sombra la
contratación pública, decidiendo quienes ganan licitaciones y cómo debe
tramitarse el pago de sobornos a quienes adjudican los contratos. De esta
manera, personajes sin preparación y con escaso trabajo de la noche a la mañana
aparecen como grandes potentados que avanzan por las calles entre caravanas de
escoltas. Se requería de un oscuro personaje como éste para que sirviera de
intermediario de sobornos de los nietos de dictador, quienes llevan en sus
venas la debilidad por el dinero fácil. Total, a sus ascendientes cercanos la
justicia colombiana jamás los procesó por sus múltiples hechos de corrupción.
Ellos simplemente repitieron los comportamientos que sus padres y abuelos
realizaron y por los cuales obtuvieron reconocimiento social y fortuna personal.
Volvamos al “empresario”
Tapia. ¿Dónde se encuentra ahora, que ha caído el telón y se ha descubierto que
la fuente de sus extravagantes gastos era dinero proveniente de mordidas
millonarias en contratación pública? El doctor Tapia se encuentra “detenido” en
su residencia a la espera que un juez apruebe el acuerdo que hizo con la
Fiscalía General de la Nación que le permitirá no poner un píe en la cárcel a
cambio de dar su valeroso testimonio contra los demás delincuentes que
participaron en el asalto a Bogotá bajo el gobierno de los insaciables Moreno
Rojas. Está detención no le impide al próspero empresario continuar con sus
compromisos diarios en lugares públicos
de la capital a los que acude con su caravana de escoltas. Hace algunos
días, al regreso de una “tarde de trabajo”, un vehículo de su escolta fue
cerrado, situación que fue registrada en los medios como un atentado contra el “testigo
estrella” de la Fiscalía. Sin embargo, a pocas horas de ocurridos los hechos en
entrevista a La Fm, él “empresario”
afirmaba que seguiría con su titánica labor de dar testimonio contra sus cómplices
en los procesos judiciales que se requirieran. Por su “colaboración”, la
Fiscalía mira para otro lado a la hora
de revisar el injustificado aumento patrimonial de Tapia y sus testaferros.
Tapia se constituye en todo un
ejemplo a repetirse en el país del Patrón del Mal. Se enriqueció por dinero
proveniente de la corrupción a la vista de todos. Cuando debía responder por su
actuaciones, realizó un acuerdo con la Fiscalía en el que a cambio de delatar a
cómplices de sus delitos no pone un píe en la cárcel, debe devolver apenas una
parte de lo robado y circula por Bogotá con caravanas de escoltas que lo
protegen. En menos de un lustro, saldrá nuevamente a las calles con pena
cumplida, fortuna lavada y chequera lista para continuar su actividad. Robar,
delatar y disfrutar. Los verbos que conjugan los delincuentes mientras se
burlan de una sociedad cada vez más inerme. Menos mal tenemos con Fiscal
General a un individuo que ha dedicado su vida a perseguir el crimen. Solo
mentes perversas podrían identificar un conflicto de intereses entre su labor
como abogado litigante que recibió más de cuatro mil millones de pesos por
interponer unas demandas ante el contencioso administrativo en representación
de Saludcoop y su oficio como Fiscal General, en el cual su entidad debería
investigar los presuntos delitos cometidos en esa entidad. Pusimos al ratón a
cuidar el queso.
P.D. Y siguiendo con lo
anterior, a un año del escándalo de Interbolsa, sus artífices y beneficiarios
siguen almorzando y departiendo libremente en los mismos sitios que frecuenta
Tapia.
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