A Juan Alvaro Fonseca
Hace algo más de trece años el Gobierno
de Andrés Pastrana ponía fin a los diálogos de paz con la guerrilla de
las farc. Horas antes de esta determinación, la guerrilla había secuestrado un
avión, obligado a la tripulación al aterrizaje en una zona de su influencia y
había partido del lugar con algunos de los ocupantes de la nave, a quienes
secuestro por algunos años. Estos hechos ocurrían a menos de seis meses de los
acontecimientos del 11 de septiembre, razón por la cual la agrupación
guerrillera por sus propios actos paso en poco meses y por una década a
la lista de grupos terroristas a nivel mundial. En el aspecto político, el
fracaso de los diálogos del Caguán tuvo como consecuencia la llegada al poder
de Alvaro Uribe, quien con un discurso bélico canalizó el sentimiento ciudadano
de repudio a las guerrillas e inició la era de la seguridad democrática, en la
cual los fines eran conseguidos por cualquier medio. No hubo problemas en
cambiar la Constitución y comprar votos de congresistas corruptos.
Tampoco lo hubo en ordenar seguimientos ilegales e interceptaciones telefónicas
a opositores y/o jueces. Mucho menos en adelantar operaciones de guerra
en territorio extranjero. El asesinato de inocentes para hacerlos pasar
como integrantes de la guerrilla y demostrar aplastantes resultados en la lucha
subversiva fue respaldado por el Estado.
Fue tal el estado de desesperación que
la guerrilla ocasionó en los colombianos que al tener un mandatario decidido a
combatirla hubo un silencio general sobre las recurrentes e indebidas prácticas
de su gobierno. El cansancio ante un grupo subversivo que desde hace varios
lustros se comunica únicamente con sus crímenes con la población explica el
ascenso y la consolidación de Uribe en el poder. ¿Alguien recuerda algún documento
o alguna propuesta de las farc sobre tema alguno que hubiere generado debate en
Colombia? Las farc se asocian con crímenes y no con ideas.
Por eso, la única manera que un
´proceso de paz tenga éxito en Colombia es adelantarlo a pesar de las farc. Los
miserables asesinatos del Cauca de la semana anterior confirman este hecho. A
manera de repetir lo ocurrido a inicios del presente siglo, las farc quieren
llevar al límite al Gobierno. Esa actitud y sus continuas declaraciones
arrogantes, prepotentes y distantes del país por el que dicen luchar se
convierten en municiones para que el gran colombiano solicite la terminación
del proceso. De mantenerse la actual tendencia, con paz o sin ella se corre el
riesgo que el caudillo regrese por interpuesta persona a la presidencia. Para
volver al poder Uribe lo único que necesita es que las farc continúen
cometiendo las estupideces a que nos tienen acostumbrados. No se necesita nada
más.
No vote por Santos ni creo en las farc
pero tengo claro que el peor escenario que puede tener este país es volver a
suspender las negociaciones por un lustro o una década bajo los cantos de
sirena de quienes prometen victorias que no se han conseguido en medio siglo.
Uribe y su ministro Santos rompieron todas las reglas existentes y minaron la guerrilla pero no pudieron acabarla. Resulta irónico ver a
una nieta de Guillermo León Valencia con el mismo discurso de su abuelo de los
sesenta que nos condujo al punto en el que estamos. El apoyo a la negociación
no lo fundamento en idealismo, lo sustento en pragmatismo. No es posible que
sigamos auspiciando una “confrontación” que en la práctica se da en los
sectores más pobres del país y entre los ciudadanos que no tienen opción
diferente a arriesgar su vida por una paga miserable. ¿Qué es lo que vamos a ceder? ¿Justicia? En
este país nunca hemos sabido que es eso, luego el argumento de la impunidad no
tiene ningún peso. ¿Cuál justicia? La que permite que personajes como Samper y
Uribe sigan rigiendo nuestros destinos. Otro argumento es que el castrochavismo auspiciado por Santos
se va a tomar el poder. ¿En verdad, puede tenerse en cuenta ese pueril
argumento? Qué Santos, el presidente que ordeno a su bancada votar el TLC con
Corea del Sur, él mismo que le ha entregado al dueño de El Tiempo algunas
Asociaciones Público Privadas y que expide decretos inconstitucionales para
proteger los interese de las mineras este llevando al país al castrochavismo es
algo que no resiste el menor análisis. Este presidente es igual a todos los
presidentes que recuerde, un defensor de las élites y sus privilegios. La única
diferencia es que Santos habla de la tercera vía y regala casas de 40
metros cuadrados y por ello se
considera una especie de Gandhi
colombiano. Y por último, es que los jefes de las farc participarán en
política. Qué participen. Llevan 50 años
dejando su impronta en la memoria de todos los colombianos y por eso su
participación será residual. Al contrario, no firmar la paz es continuar
dedicando todos los esfuerzos e ingresos de la nación a combatir la guerrilla
sin tener ningún plazo sobre el fin de esa lucha. Por estar dedicados al mismo problema
en las últimas décadas, las discusiones centrales sobre modelo de sociedad han
pasado a un segundo plano. La mejor manera de aplazar reformas y ejecutar
cambios es mantener una guerra.
En últimas, firmar la paz nos traerá a
todos un problema menos y de paso evita que caigamos nuevamente en manos de
personajes siniestros que para lograr sus fines se valen de cualquier medio.