El próximo mes de septiembre
se realizara en la ciudad de Pereira el tradicional Congreso anual del Instituto Colombiano de Derecho
Procesal. Por espacio de tres días se realizaran conferencias sobre diferentes
aspectos del derecho procesal realizadas por miembros del Instituto. En el
afiche que promociona el evento para el año 2015 aparece encabezando la lista
de los conferencistas el honorable magistrado de la Corte Constitucional Alberto Rojas Ríos. El
título de su charla será “El Código
General del Proceso ante las garantías constitucionales” El magistrado
Rojas ha participado con conferencias sobre otros temas en las anteriores
ediciones del citado Congreso.
Debido a los escándalos
ocurridos el presente año en la otrora respetable Corte Constitucional, en la
que sus magistrados se acusaron
públicamente de actuaciones contrarias a la ética e ilegales, el interés
mediático se concentró en las actuaciones del honorable magistrado Jorge
Pretelt, quien a pesar de las denuncias en su contra y la negativa del Congreso
a concederle una licencia, continúa hoy desempeñando sus funciones y
enalteciendo al máximo tribunal de Colombia con su presencia. Mientras nos distraíamos
conociendo y observando las hazañas de Pretelt, el doctor Rojas Ríos regresaba
a la Corte Constitucional por la puerta trasera gracias a una tutela que
fallaba unos conjueces del Consejo de Estado en la cual dejaban sin efecto otra
decisión del mismo del mismo tribunal. Para no perdernos. El Consejo de Estado
anuló la elección de Rojas por considerar que en el proceso de su postulación
los consejeros violaron el reglamento de la corporación. Unos meses después,
vía tutela otros conjueces del Consejo
de Estado consideraron que en el fallo en el cual se anuló la elección de Rojas
se vulneraron sus derechos fundamentales. Y el honorable magistrado regresó a
su cargo. El caso es un monumento a la seguridad jurídica.
La anterior situación es
apenas una anécdota con relación a la situación de Rojas Ríos. Este abogado fue
acusado por una antigua cliente de haberle birlado a ella y sus hijos la
indemnización luego de un proceso administrativo. Luego de tramitar el caso
ante las instancias penales y disciplinarias, él mismo se terminó por la
prescripción de la acción en favor de su abogado. Antes de posesionarse por
primera vez como magistrado de la Corte Constitucional debió reconocer que
había omitido la inclusión de unos cuantiosos honorarios en su declaración de
renta, situación de la cual culpo a la persona que le elabora estas
declaraciones.
Sobre un magistrado de la
Corte más importante de Colombia no pueden tenerse dudas. Eso al menos se
pensaba cuando personas como Ciro Angarita o
Carlos Gaviria integraron dicha corporación. Lo que ha ocurrido en las
últimas décadas es que así como existe un enfrentamiento entre los seguidores
del Nuevo Derecho y sus opositores, en materia del ejercicio profesional existe
un nuevo abogado que se diferencia mucho del profesional de antes. El nuevo
abogado privilegia las influencias sobre los argumentos. La razón y la justicia
han sido relegadas. Causa una sensación entre el temor y la risa observar unos
abogados que tienen más escoltas que sus criminales clientes. En ese nuevo
orden profesional se han constituido de hecho unas camarillas en las altas
cortes y los tribunales que
manejan a su antojo la justicia en el país. Ante esta nueva situación, el gremio ha pasado
de agache. No denunciar, no criticar y aplaudir han sido las actitudes. Tarde
que temprano se necesitara una mano de
los preteles de turno y no haberse agachado al rey podría tener efectos
nocivos. De esa alcantarilla salen abogados que se denominan “embajadores” ante
las Cortes. Dicen que el abogado termina
pareciéndose a sus clientes. Pareciera que de tanto atender traquetos y nuevos
ricos el gremio adoptó los mismos códigos y costumbres.
Ese cambio de valores y de
forma de ejercer la profesión explica que en la reunión anual de algunos de los
mejores abogados del país se permita a un personaje de la talla de Alberto
Rojas Río no solo presentar una ponencia sino recibir el aplauso a rabiar de
sus colegas. Una lástima que no pueda asistir el doctor Pretelt para recibir
otro aplauso igual. Alguien que haga
entender que con este tipo de comportamientos y este tipo de personajes en el
poder, nuestro menor problema son las farc.