miércoles, 15 de noviembre de 2017

Es Timochenko el problema?

Diariamente llegan numerosos mensajes por las redes sociales donde ciudadanos indignados recuerdan el pasado  criminal de los miembros de las farc que aspiraran al honorable congreso y la presidencia de la república. No compartir el repudio de estos compatriotas nos convierte en cómplices de los narcoterroristas que quieren convertir este paraíso en otra Venezuela gracias a los blandengues acuerdos logrados por el castrochavista y traidor presidente Santos, por el cual muchos de estos acalorados votaron en 2010 para impedir que el loquito de Antanas Mockus llegara al poder e impidiera continuar con la transformación del país que adelantó la mente más prodigiosa que ha existido desde que tenga memoria la república: el doctor Alvaro Uribe Velez a quien de manera sospechosa la Corte Constitucional le quitó la posibilidad de convertirse en nuestro presidente vitalicio, con el salvamento de voto de dos célebres magistrados: el doctor Salsa y el hoy procesado Jorge Pretelt.
No creo que nadie en Colombia necesite que le recuerden que las farc son un grupo de asesinos y narcotraficantes que perdieron su legitimidad como opción política hace varios lustros. Las encuestas de opinión demuestran que la favorabilidad de los candidatos de la antigua guerrilla es tan baja que su pelea en las encuestas es con el margen de error. El apoyo al acuerdo final suscrito con la guerrilla no implica en lo absoluto un apoyo a su propuesta política ni mucho menos un altar para los líderes de un movimiento popular inexistente.
Preocupa eso si el señalamiento y la satanización de las personas que tengan como ideario político unas ideas de corte socialista e incluso comunista. ‘¿En que lugar de la Constitución se proscribieron estas ideologías? La etiqueta de “comunista” en este país durante muchas décadas ha significado la pérdida de derechos del etiquetado, comenzando por el derecho a la vida. En pleno siglo XXI se continúa satanizando la militancia en grupos políticos que defiendan estas tesis. La primera forma de concretar algún cambio en Colombia es implantando la tolerancia con las ideas ajenas para enterrar esa tradicional categorización de buenos y malos que permite a los primeros hacer cualquier cosa para eliminar a los segundos sin castigo alguno. Resulta obvio que aquellos que hoy defienden la quema de libros como actos pedagógicos no admitan de manera pacífica que la Constitución de Caro fue derogada hace 26 años y el pluralismo lejos de ser una utopía se convirtió en uno de los fundamentos del ordenamiento constitucional.
La manera más sencilla de terminar de derrotar a la farc es dejándolas exponer su tesis sobre estados diseñados al modelo cubano o venezolano. Tristemente quiere manejarse el próximo debate presidencial en una dicotomía inexistente entre regeneración o catástrofe. Los abanderados de la primera son aquellos que consideran inaceptable sentarse en un mismo recinto con los exmilitantes de la farc y consideran que permitir la participación en política de los exguerrilleros nos llevara directo a Venezuela. Las gentes decentes no pueden permitirse el lujo de compartir con genocidas en una misma sala. Todos los que contraríen esa postura son inocentes pecadores o malvados farsantes que desean llevar a la  nación al desastre.  Y mientras transcurre esta eterna y estéril discusión que se prolongara hasta mayo o junio del año entrante, nada se habla del modelo económico ni de los tratados de libre comercio firmados los últimos años que sin darnos cuenta han instaurado un nuevo derecho en Colombia ni mucho menos de la galopante corrupción que permite que personajes de la talla del último gerente de la campaña de Santos confiese en entrevistas radiales sus fechorías mientras sus contrincantes en la segunda vuelta del 2014 tenían  entre los directivos de campaña a asesores directos de Odebrecht sin que autoridad alguna los requiera por nada.

El menor de los problemas de Colombia es que  Timochenko sea o no candidato presidencial. El mayor problema del país es que se utilice esa candidatura para distraer una vez más los problemas reales mientras las esposas de ñoños y los hijos de kikos intentan tomarse en nombre de sus sufridos familiares el Estado por asalto. Ojala no sigamos otros 20 años combatiendo los molinos de viento mientras los astutos zorros de siempre continúan de fiesta.