La mayoría de las
conversaciones de los colombianos en los últimos lustros terminan siempre en el
mismo punto: las opiniones favorables o contrarias a la vida, obra y milagros de
Alvaro Uribe Vélez. El relato uribista que se construyó en el último tiempo
enseña que la existencia de Colombia como república se debe en manera exclusiva
a la llegada al poder del presidente eterno -como lo llama quien dirigirá en su
nombre el país a partir del próximo siete de agosto- que gracias a sus
decisiones evitó que la guerrilla se apoderara del país y nos convirtiéramos en
otra Cuba. En la medida que pasa el tiempo se exagera cada vez sobre el milagro
uribista y por ello sus leales seguidores no tienen ningún problema en
distinguirlo con el título del mejor presidente de la historia.( En el irreglamentario
debate de ayer 1 de agosto en la Cámara de Representantes que los miembros del
Centro Democrático montaron contra el Senador Iván Cepeda, la mayoría de los miembros
de ese partidos en su intervención destacaba la grandeza histórica del
propietario del partido al cual por su naturaleza divina no podía señalársele por
ninguna conducta irregular. Palabras historia y patriota se repitieron de
manera generosa.)
El proceso que inicia en la
Corte Suprema de Justicia contra el Senador que fundamenta todas sus decisiones
en la moral y el honor durará lo que suele durar un proceso en dicho tribunal:
años o décadas. O cuanto piensan que se demoran en recoger 31 testimonios en un
tribunal atestado de procesos contra ciudadanos con fuero especial. A lo
anterior se suman las recusaciones, tutelas y triquiñuelas que disfrazadas del
sagrado derecho al debido proceso interpondrán los mediáticos abogados del Presidente-Senador
lo que traerá como resultado que antes de años no se adopté ninguna decisión de
fondo en ese expediente. El desdichado día en que lo vayan a “indagatoriar”
(verbo creado por el senador presidente en su rueda de prensa en las
caballerizas de esta semana) el procesado solicitara para el ejercicio de su
defensa una centena de testimonios que cuando se terminen de practicar no darán
otra alternativa al tribunal que declarar la prescripción de los delitos por
los cuales se investiga a nuestro caudillo del twitter.
La adicción al poder de Uribe
ha tenido un costo muy alto para Colombia. No solo ha polarizado de manera
irreconciliable al país, sino que en los últimos tiempos el nivel de pugnacidad
entre conocidos es cada vez mayor y la división entre los defensores y
contradictores del expresidente senador se desplaza por una delgada línea en la
cual la violencia parece cercana.
Desde hace quince días no se
habla de cosa diferente en los medios de comunicación. Todos los días tenemos
noticias de oscuros personajes caliches, monoleches y otras yerbas del pantano
que afirman una cosa o niegan otra.¿ En qué momento un expresidente de Colombia
y sus apoderados terminaron de habituales visitantes de delincuentes? ¿En qué
momento dejó de importarnos esto como sociedad? ¿Qué Uribe hubiera sido exitosos
en la lucha contra la insurgencia le dio
patente de corso para justificar cualquiera de sus conductas? Si la manera de
valorar los delitos es comparar los cometidos por alguien con los realizados por
las guerrillas, pareciera que habrá delincuentes a los cuales la sociedad les
acabará debiendo.
Alvaro Uribe es el dueño de la
mayor bancada del Congreso, el presidente de dicha institución es apenas un
mensajero suyo que le recoge documentos en su casa de recreo, los guarda y los
entrega cuando él lo indica, tiene el mayor esquema de seguridad –ese sí- de la
historia de Colombia a cargo del Estado, varios medios de comunicación a su
disposición en los cuales opina lo que desea y responde lo que se le antoja, es
padre de dos emprendores inmobiliarios millonarios y tiene como abogados- a dos
a falta de uno- penalistas mediáticos a su servicio, los cuales están dispuestos
a hacer lo que toque hacer para sacar adelante su causa desde recusar sin
fundamento magistrados, a visitar centros carcelarios para revisar hernias de
condenados por secuestro hasta pararse como dos soldados en una caballeriza a
respaldar las ocurrencias de su representado. A pesar de todo lo anterior, es
un hombre sin garantías para su proceso y el presidente electo en el pronunciamiento
como consecuencia de estos hechos, notifica que prevalecerá la inocencia de su
jefe y pide que se den las garantías mínimas.
Santos declaró que a partir del
8 de agosto finalizó su vida política. Es pronto para saber si cumplirá su decisión
pero se valora de manera positiva que considere finalizado su ciclo. Nada más
negativo para una sociedad que un megalómano defendiendo legados e impidiendo
el avance de las discusiones del país a otros temas diferentes a su vida y
obra. Por nuestra salud como sociedad roguemos que el caudillo senador presidente
entienda que las dignidades son transitorias y los juicios de la historia se
realizan después de la desaparición de sus protagonistas. Lo único que nos falta
en este momento es comenzar a matarnos por el honor del exdirector de la
Aerocivil que más licencias concedió a inicios de los ochenta en Colombia.