martes, 4 de septiembre de 2012

Juzgando a Venezuela desde Colombia

Faltando poco más de un mes para las elecciones presidenciales de Venezuela donde Hugo Chávez aspira ampliar su mandato hasta 2019,  causa especial atención la manera displicente en que algunos comentaristas se refieren a la realidad de ese país. Los apuntes irónicos sobre la forma chavista de gobernar que centraliza todo en manos del ejecutivo, el papel secundario del Congreso, la cooptación del poder judicial y la falta de espacio a la oposición son recurrentes. A lo anterior se suman los continuos atropellos a la libertad de prensa. Contrasta la anterior situación con la solidez institucional colombiana que tiene al país en la mira de la inversión extranjera y del crecimiento económico. Pareciera que la comparación entre ambas situaciones  dejara un saldo bastante favorable a Colombia.
Cuando se comienza a ver la viga en el propio ojo, encontramos que muchas de las situaciones que repudiamos y juzgamos como insólitas, se producen en nuestro diario acontecer sin que apenas nos demos cuenta. La reforma a las regalías fue un golpe contra la descentralización promovida en la Constitución de 1991, en adelante en Bogotá se definen las prioridades de inversión en las regiones del país. El Congreso de la República se convirtió en un notario del presidente de turno. De la absolución a Samper a la aprobación de la fallida reforma a la justicia, el Congreso ha demostrado su incapacidad para ser un contrapeso del ejecutivo. El poder judicial ha demostrado que sus miembros gozan de intangibilidad cualquiera sea su comportamiento.  La manera en que fue ternado para su reelección el actual Procurador demuestra el grado de clientelización  de las cortes.  Con relación a la libertad de prensa, puede indicarse que aunque formalmente existe, especialmente en provincia quien se opone al gobernador o alcalde de turno tiene pocas posibilidades de subsistir debido a que la mayor fuente de financiación es la pauta oficial. A nivel nacional,  es tan  independiente la prensa, que el sobrino del presidente dirige la revista más leída del país, el director del diario de mayor circulación tiene a su hermana como embajadora en Brasil  y uno de los  pocos periodistas de oposición es Francisco Santos, primo hermano del presidente.  De otra parte, ante las denuncias por los tratos a sus trabajadores, una empresa petrolera se convirtió en patrocinadora de la selección Colombia y principal anunciante del programa de mayor audiencia radial en la mañana. El Tiempo, principal diario del país fue adquirido por el dueño de la tercera parte del sistema bancario y hombre más rico del país, con intereses en los más variados sectores. La autocensura es evidente y quienes se salen del libreto corren la suerte de la Revista Cambio.
La existencia de división de poderes y ejercicio de libertades son características de los  estados democráticos. La rotación en el poder es necesaria y saludable pero por sí sola no garantiza estos logros. Nada peor para cualquier nación que el mesianismo de un individuo que pretende dirigir un país hasta su desaparición física debido a que convierte su parecer en ley.  Sin embargo, que esto no ocurra no significa que muchos de los problemas que vemos en el espejo no los padezcamos nosotros mismos. El problema de la “normalidad democrática“ es que vuelve todo justificable y de aceptación sumisa por los ciudadanos. Ojala no necesitemos un Chávez, para darnos cuenta que algunas de las cosas que señalamos  de Venezuela hace tiempo ocurren entre nosotros.

1 comentario:

  1. La verdad es que considero al igual que tu, que no debemos nunca olvidar lo importante que es mantener las instituciones democraticas y el equilibrio político en la región.
    Pareciera que dividiendo los bandos en derecha e izquiera, los buenos contra los malos, olvidamos que no se trata de eso, si no de el respeto real hacia la democracia.

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