miércoles, 13 de julio de 2016

Néstor Humberto y el traje nuevo del emperador.

Parecía imposible elegir un fiscal peor que los anteriores. Del fiscal que mantenía abierta su oficina a nombre de un tercero al fiscal que firmaba lo que sus subalternos elaboraban porque no entendía nada de derecho penal al fiscal obsesionado con las cirugías estéticas y las fiestas con amigos a la fiscal que al momento de su elección luchaba a dentelladas por una pensión por invalidez alegando una pérdida  de capacidad laboral superior al 50% al fiscal que regaló contratos millonarios y jamás investigó a sus clientes que planearon y ejecutaron el mayor robo a las arcas de la salud en la historia de Colombia.
Pero, con mucho esfuerzo y dedicación, lo hemos logrado. Ha sido elegido fiscal general de la nación un exfuncionario de los gobiernos de Samper, Pastrana y Santos que hace doce meses, en su calidad de superministro del gabinete impulsó modificaciones a un proyecto de reforma constitucional que favorecían a quienes un año más tarde lo elegirían como fiscal. De las historias asquerosas y putrefactas  que estamos acostumbrados a escuchar y conocer los colombianos, la elección de este fiscal general es una pieza de colección. Si un día nos miramos al espejo y queremos ver la clase de país que somos, solo tenemos que ver como tramitó su postulación y elección como fiscal general Néstor Humberto Martínez. Todos fuimos testigos de la manera como utilizó un cargo pagado con recursos públicos para impulsar su aspiración. Todos fuimos testigos del amañado concurso público que el tal presidente Santos hizo para seleccionar entre las mejores hojas de vida los nombres que acompañarían la terna para seleccionar al fiscal que había “ganado” su cargo desde mediados de 2015. Y el triste papel de nuestro máximo tribunal de la justicia ordinaria en esta elección sirve para demostrar el estado actual de la administración de justicia en Colombia. Se demoraron más de 100 días para “estudiar” las propuestas y hojas de vida de los tres aspirantes al cargo cuando el fiscal había sido elegido desde 2015. El sainete no pudo salir peor. Un fiscal encargado tratando de hacer en tres meses lo que su jefe no hizo en cuatro años y una Corte que se tomaba recesos de quince días para continuar una votación “cumpliendo” de manera estricta su reglamento. Pobre el país en que un tribunal se demora cuatro meses para seleccionar una persona de una terna. ¿Cómo será con los procesos que debe fallar? Por esos se cuentan por años la resolución de los recursos de casación que se resuelven en estricto derecho en Macondo.
Como si lo anterior no hubiera sido de público conocimiento, el diario El Tiempo de propiedad del principal cliente del nuevo fiscal presionó durante semanas su elección y celebró rabiosamente la misma, indicando que había llegado el gerente que le faltaba a la fiscalía. El nuevo fiscal quien durante el año que demoró su elección adelantó labores como litigante, representando en este lapso a clientes como los ingenios azucareros que impugnaban sanciones impuestas por sus excompañeros de gobierno hace declaraciones como si el proceso que lo llevo a ese cargo hubiera estado enmarcado por la transparencia y la rectitud. Y los medios le hacen el juego. El nuevo fiscal, como el emperador del cuento de Andersen está desnudo pero nadie se atreve a decírselo. Martínez no tiene autoridad moral para investigar ni solicitar la condena de nadie porque su proceso de postulación y elección está empañado por el favorecimiento, las influencias y contraviene la moralidad pública. Lo único que se respetó en su elección fueron las formas.  Pero, en contra de lo evidente, todos felicitan al emperador por su nuevo traje y al fiscal por su justa elección.

Eso debía generar una reflexión pública pero el silencio y el aplauso interesado acallan cualquier propuesta de debate. Mientras tanto, José Obdulio Gaviria propondrá al Senado que se declare la nulidad del proceso al magistrado Pretelt. Embarrando el proceso de esta manera, el ilustre senador logrará dar el aire que le falta a Pretelt con la finalidad que termine su periodo en la Corte Constitucional y regrese a regentar sus “cátedras” en la  academia. Con el Primo de Pablo Escobar y un exministro de Samper administrando justicia Colombia continúa consolidándose como una tierra fértil para la  impunidad.

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