martes, 23 de julio de 2013

El país que no controla el trago


 

Los accidentes automovilísticos que suceden regularmente en el país ocasionados por conductores que manejan en estado de embriaguez producen repudio y pesar. Se escuchan propuestas de aumentar las penas para quienes incurran en ese tipo de conductas y de ésta manera propiciar que se reduzca el número de conductores que manejan vehículos después de consumir alcohol. Dejando a un lado la discusión sobre la política pública que debe desarrollar el Estado para prevenir y controlar esta situación es preciso buscar algunas causas más profundas que no permiten que la relación que como sociedad tenemos con el alcohol sea modificada.

Es bueno recordar que el mayor patrocinador de la Selección Colombia desde hace 22 años es el mayor productor de bebidas alcohólicas del país. Nuestro equipo, acaso el más importante símbolo de la nacionalidad es un elemento de publicidad de la marca de bebidas que impulsa sus productos con sus triunfos. Pareciera no existir escenario mejor que un partido de fútbol, camiseta amarilla y cerveza sin límite. Es la misma firma que durante las décadas de los setenta y ochenta pulverizó a sus competidores con el desarrollo de prácticas desleales a pesar de existir normas que prohibían las mismas y obtuvo un monopolio que disfruto durante muchos años. Hace 20 años el entonces Ministro de Hacienda del Gobierno de César Gaviria se atrevió a mencionar que dicha empresa evadía impuestos. Nada ocurrió salvo que hoy el exministro denunciante  es miembro de la Junta Directiva de esa empresa. Cuando las pruebas sobre la financiación de su campaña presidencial por narcotraficantes acosaban a Ernesto Samper, una de sus reiteradas defensas era que el grueso de su financiación provenía de los propietarios de la empresa cervecera. Cuando Hernán Darío Gómez protagonizó en estado de embriaguez un escándalo en Bogotá que terminaría con su salida de la Selección Colombia, la empresa patrocinadora presionó el retiro del entrenador por su conducta en contra de las mujeres. Nunca se mencionó que el origen del problema era las bebidas con las cuales se había intoxicado el entrenador.

Hacemos parte de una cultura complaciente con el consumo y abuso  de las bebidas embriagantes. Las consecuencias del mismo, sean riñas, accidentes de tránsito y violencia intrafamiliar han sido siempre consideradas como algo sin mayor importancia. En nuestro entorno de violencia, la muerte producida por algunas de las anteriores situaciones parecería ser lo más parecido a una causa natural. Mientras en la región el 16% de la población  entre 18 y 65 años es abstemia, en Colombia esa cifra solo llega al 4,2%.[1]

En la generación de la que hago parte crecimos consumiendo alcohol mucho antes de llegar a la Universidad. Los eventos en que socializamos en nuestra adolescencia estaban vinculados al consumo de bebidas embriagantes. Aprendimos que no existe bazar ni evento en que el patrocinador de nuestra Selección no esté atento para facilitarnos carpas, sillas, orquestas y personal a cambio de  promover desinteresadamente su producto. Ahora, que somos padres y tíos vemos con preocupación cómo continuamos sin tener una política pública de salud que  desde la enseñanza primaria explique y divulgue los peligros del consumo de bebidas embriagantes, entre ellos, el de conducir vehículos y/o motocicletas.

No es cambiando normas legales sino estimulando comportamientos diferentes desde la infancia que podemos conseguir que cambiemos nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Así como existe en la actualidad un rechazo al consumo de tabaco y normas que prohíben su publicidad en eventos deportivo sería deseable por lo menos comenzar un debate sobre la conveniencia que para los futuros ciudadanos tiene que sus ídolos promuevan el consumo de bebidas embriagantes.  

Pareciera mucho pedir, máxime cuando la empresa que patrocina nuestro equipo nacional es a la vez el mayor patrocinador de quienes acceden al poder por la vía democrática, situación que explica que nuestra realidad en este tema no es una consecuencia de omisiones gubernamentales sino el resultado de una estrategia de un comerciante de un producto que ha ejecutado una política beneficiosa para él y desastrosa para los ciudadanos de un país.

 



[1] Estudio sobre Patrones de  Consumo nocivo de Alcohol en Colombia 2012. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso)

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