Los accidentes
automovilísticos que suceden regularmente en el país ocasionados por
conductores que manejan en estado de embriaguez producen repudio y pesar. Se
escuchan propuestas de aumentar las penas para quienes incurran en ese tipo de
conductas y de ésta manera propiciar que se reduzca el número de conductores
que manejan vehículos después de consumir alcohol. Dejando a un lado la
discusión sobre la política pública que debe desarrollar el Estado para prevenir
y controlar esta situación es preciso buscar algunas causas más profundas que
no permiten que la relación que como sociedad tenemos con el alcohol sea
modificada.
Es bueno recordar que el
mayor patrocinador de la Selección Colombia desde hace 22 años es el mayor
productor de bebidas alcohólicas del país. Nuestro equipo, acaso el más
importante símbolo de la nacionalidad es un elemento de publicidad de la marca
de bebidas que impulsa sus productos con sus triunfos. Pareciera no existir
escenario mejor que un partido de fútbol, camiseta amarilla y cerveza sin
límite. Es la misma firma que durante las décadas de los setenta y ochenta
pulverizó a sus competidores con el desarrollo de prácticas desleales a pesar
de existir normas que prohibían las mismas y obtuvo un monopolio que disfruto
durante muchos años. Hace 20 años el entonces Ministro de Hacienda del Gobierno
de César Gaviria se atrevió a mencionar que dicha empresa evadía impuestos.
Nada ocurrió salvo que hoy el exministro denunciante es miembro de la Junta Directiva de esa
empresa. Cuando las pruebas sobre la financiación de su campaña presidencial
por narcotraficantes acosaban a Ernesto Samper, una de sus reiteradas defensas
era que el grueso de su financiación provenía de los propietarios de la empresa
cervecera. Cuando Hernán Darío Gómez protagonizó en estado de embriaguez un
escándalo en Bogotá que terminaría con su salida de la Selección Colombia, la
empresa patrocinadora presionó el retiro del entrenador por su conducta en
contra de las mujeres. Nunca se mencionó que el origen del problema era las
bebidas con las cuales se había intoxicado el entrenador.
Hacemos parte de una cultura
complaciente con el consumo y abuso de
las bebidas embriagantes. Las consecuencias del mismo, sean riñas, accidentes
de tránsito y violencia intrafamiliar han sido siempre consideradas como algo
sin mayor importancia. En nuestro entorno de violencia, la muerte producida por
algunas de las anteriores situaciones parecería ser lo más parecido a una causa
natural. Mientras en la región el 16% de la población entre 18 y 65 años es abstemia, en Colombia
esa cifra solo llega al 4,2%.[1]
En la generación de la que
hago parte crecimos consumiendo alcohol mucho antes de llegar a la Universidad.
Los eventos en que socializamos en nuestra adolescencia estaban vinculados al
consumo de bebidas embriagantes. Aprendimos que no existe bazar ni evento en que
el patrocinador de nuestra Selección no esté atento para facilitarnos carpas,
sillas, orquestas y personal a cambio de promover desinteresadamente su producto. Ahora,
que somos padres y tíos vemos con preocupación cómo continuamos sin tener una
política pública de salud que desde la
enseñanza primaria explique y divulgue los peligros del consumo de bebidas
embriagantes, entre ellos, el de conducir vehículos y/o motocicletas.
No es cambiando normas
legales sino estimulando comportamientos diferentes desde la infancia que
podemos conseguir que cambiemos nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Así
como existe en la actualidad un rechazo al consumo de tabaco y normas que
prohíben su publicidad en eventos deportivo sería deseable por lo menos
comenzar un debate sobre la conveniencia que para los futuros ciudadanos tiene
que sus ídolos promuevan el consumo de bebidas embriagantes.
Pareciera mucho pedir,
máxime cuando la empresa que patrocina nuestro equipo nacional es a la vez el
mayor patrocinador de quienes acceden al poder por la vía democrática,
situación que explica que nuestra realidad en este tema no es una consecuencia
de omisiones gubernamentales sino el resultado de una estrategia de un
comerciante de un producto que ha ejecutado una política beneficiosa para él y
desastrosa para los ciudadanos de un país.
[1] Estudio sobre Patrones de Consumo
nocivo de Alcohol en Colombia 2012. Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (Flacso)
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