viernes, 24 de enero de 2014

¿Y donde están los derechos de los afectados por las decisiones de Petro?


Pasaron más de diez años y cuatro alcaldes para que en  Bogotá se expidiera la norma que regulara el desarrollo del  Norte de la ciudad, desde la calle 170 hasta los límites con el municipio de Chía. Mediante el Decreto 043 de 2010, el Alcalde de Bogotá expidió la norma que dio vida al Plan de Ordenamiento Zonal del Norte. En desarrollo de dicha norma y mediante un acuerdo de valorización, se comenzaron a recaudar los recursos que permitirían la financiación  de la ampliación de las Avenida Boyacá y Carrera Novena  entre Calle 170 y Calle 200 que permitirían aliviar en algo las congestiones de tráfico que se presentan en la Autopista Norte. La misma norma  establecía los usos de los terrenos de los suelos ubicados en áreas de expansión urbana   en esa zona y la forma de desarrollo a través de planes parciales. Cuando comenzaban a ser recaudados los recursos y se iniciaba el trámite para los procesos de licitación de la construcción de estas vías se dio el cambió de gobierno en Bogotá. A los pocos meses de su posesión el Alcalde Petro sin estudio técnico alguno y soportado en su voluntad resolvió que las vías del Plan Zonal del Norte no se construirían y tampoco se daría prioridad en su administración al desarrollo del norte de Bogotá. Cuando se preguntaba sobre los derechos de los ciudadanos que realizaron transacciones comerciales con base a normas expedidas por el Distrito y quienes confiaban en la construcción de las obras públicas por las cuales habían pagado la contribución de valorización la respuesta era: Quien gana las elecciones, gobierna y decide. Y Petro ganó las elecciones y decidió que no hace las obras. Cosas de la democracia. Situación similar ocurrió con la Avenida Longitudinal del Occidente (ALO) y el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), en los cuales se impusieron las ideas del Alcalde sin tener en cuenta estudios técnicos ni normas legales. Incluso el POT fue expedido por Decreto a pesar de haber sido rechazado por el Concejo en una interpretación de la ley leguleya adoptada por quien se autodenomina un defensor de la democracia. ¿Dónde estaban los derechos de los ciudadanos en esas decisiones? Estas manera de administrar era propia de un demócrata o más cercana a las autocracias regionales donde la voluntad de los soberanos tropicales se impone incluso contra la ley.

Por lo anterior, causa desconcierto ver al emperador de ayer con la Convención Americana en la mano denunciando el atropello de sus derechos. ¿Acaso hablamos de la misma persona que durante dos años adoptó decisiones solo consultando su voluntad? Sí, es la misma persona pero ahora su rol es el de víctima. Se declara víctima de una conspiración  de toda la derecha y el establecimiento colombiano que quieren impedir la finalización de su obra de “gobierno” en Bogotá.  Y en sus discursos se escuchan verdades pero se mezclan tanto los temas, los nombres y los fines que no termina uno por entender si quien habla es un indignado o un gobernante. Pero no, quien habla asumió un cargo complejo para el que no estaba preparado ni tenía equipo de gobierno. El cambio constante de funcionarios no permite que nadie conozca quien es el encargado de los temas en Bogotá. Por ello, un funcionario desorientado como el Alcalde de Bogotá ha recibido no un castigo sino un premio. En un proceso bastante discutible, el Procurador le está haciendo el favor de retíralo de un cargo en el que no sabe qué hacer. Y nadie se acuerda ya de los dos años perdidos en la ciudad sino que todos nos volvimos expertos en derechos humanos y derecho disciplinario. Paradojicamente, Ordoñez le está salvando la carrera política a Petro quien de terminar su obra de demolición de Bogotá en otros dos años habría quedado inhabilitado para acceder a cualquier cargo público por votación. Iba camino de convertirse en otro Lucho Garzón. Pero el vanidoso procurador lo salvó y ahora tenemos un mártir de la democracia para rato. 

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