jueves, 24 de mayo de 2018

Fajardo y la última oportunidad


Las obras de misericordia tienen ganada la conciencia universal desde los tiempos de Jesucristo. Dar de comer al hambriento y posada al peregrino, vestir al desnudo, asistir a los enfermos, enseñar al que no sabe, consolar al triste y enterrar a los muertos, son preocupaciones de todo el mundo cristiano. La controversia política versa, entre otras cosas, sobre los sistemas y procedimientos para arbitrar los recursos necesarios y administrarlos para distribuir las cargas y los beneficios, para establecer el imperio de la justicia y asegurar la bienandanza de los asociados. Yo estoy en completo acuerdo con Gaitán respecto de estos fines que él persigue; pero no conozco los planes de gobierno, ni las soluciones que éstos ofrezcan para los asuntos que requieren actualmente la atención oficial.  No conozco tampoco el equipo de hombres nuevos que él traería a reemplazar  a los colaboradores de los oligarcas liberales en las tareas de la administración. Del conocimiento que tengo de la preparación de Gaitán y de las capacidades  de los amigos que generalmente lo acompañan en sus actividades políticas para manejar los negocios públicos, deduzco, sin embargo, que no es completamente infundado el temor de que la revolución que él anuncia  podría llevar a la país a una situación caótica, rápidamente (…) (Palabras de Alfonso López Pumarejo en entrevista con Hugo Latorre Cabal, diario El Liberal, enero 26 de 1946.)[1]
Siete décadas después las palabras de López Pumarejo recobran vigencia en la actual campaña presidencial, en la cual Gustavo Petro realiza estupendas descripciones sobre los problemas de Colombia pero es menos elocuente en la explicación de las soluciones, indicando que su reciente paso por la Alcaldía de Bogotá muestra la baja capacidad de concretar soluciones reales a los inconvenientes que denuncia con tanta vehemencia. La falta de cuadros que ejecuten sus políticas y el carácter mesiánico del personaje traen como consecuencia que por los cargos importantes de la administración desfilen numerosas personas que duran en su empleo hasta que controviertan cualquier decisión del único propietario de la verdad.  Compartiendo gran parte de su diagnóstico del país, su demostrada incapacidad para generar consensos y atizar divisiones en todos los aspectos no permiten que se concreten ninguna de sus propuestas y por el contrario, garantizan la ingobernabilidad como método de gobierno.
Al otro extremo del espectro se encuentra Iván Duque dispuesto a  revalidar el “legado” del más importante presidente de la historia de Colombia, para lo cual propone volver a negociar lo negociado con las farc, volver a fumigar todo el sur del país y en unión con los líderes católicos y cristianos nos invita a una segunda regeneración en la cual la familia de hombre y mujer sea el eje central de la nueva patria. Duque ha demostrado en esta campaña que por lograr votos “ciegos” es capaz de cualquier cosa. Desde hacer acuerdos con la hasta hace poco archienemiga del uribismo Vivian Morales, actual esposa del reinsertado y renovado Carlos Alonso Lucio quienes promovieron desde la fiscalía procesos penales contra medio gabinete de Uribe hasta repetir oraciones a solicitudes de cualquier pastor a cambio de la lealtad de su iglesia. Lo más peligroso de su candidatura son las cesiones que está haciendo a cambio del apoyo de estos grupos.  Para llegar a la presidencia Duque no tiene problemas en vender a pedazos los derechos de las minorías que se han logrado en los últimos 25 años. El primer paso para volver al siglo XIX es instaurar un Ministerio de la Familia en que se instruya a los ciudadanos sobre la manera de vivir “adecuadamente.”
Vargas Lleras, el político con una de las mayores participaciones en el gobierno en los últimos 16 años observa como “su” presidencia se desvanece  pero conserva la esperanza que todas las maquinarias que le deben cuantiosos favores de los últimos lustros se metan la mano al bolsillo y salven lo que parece un naufragio seguro. En la eventualidad que ello ocurriera, llegaría con una deuda peor que la de Santos es su segundo periodo y seria el gobierno de los Otto Bula. De la Calle ha realizado una estupenda campaña y nos ha dejado a todos el sentimiento de culpa de no haberlo elegido a él en 1994 y haber preferido al candidato del Cartel de Cali. Lastimosamente su hora ya pasó y el voraz César Gaviria en comunión con Simón negociaron su apoyo a Duque para la segunda vuelta antes que siquiera comenzara la campaña.
Queda Sergio Fajardo quien representa la esperanza de cambio en estas elecciones. Realizando una campaña en la calle y en los recintos universitarios sin apoyos de defraudadores de oficio y sin jefes de revancha habla de pasar la página y pensar en el futuro. Las últimas semanas se siente una fuerza silenciosa que lo quiere como presidente. Sus antecedentes y los de quienes lo rodean permiten pensar en un país diferente. Fajardo entendió que la revolución de Colombia consiste en actuar con ética. Ojalá nos demos esa oportunidad.



[1] Texto tomado del libro El pensamiento de Alfonso López Pumarejo de Alvaro Tirado Mejía. Biblioteca Banco Popular (1986)

1 comentario:

  1. Y cuáles serían los cuadros de arcángeles de la ética que acompañarían al Salvador Fajardo

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