El 31 de mayo del año 2010 el
candidato Juan Manuel Santos lograba un importante triunfo en la primera vuelta
de las elecciones presidenciales en las cuales se elegía el sucesor de Alvaro
Uribe Vélez. Con casi siete millones de votos el candidato del gobierno obtenía
el 46,67% del total de los sufragios y pasaba a segunda vuelta contra Antanas
Mockus quien obtuvo el 21,50%. Los candidatos Vargas Lleras(10,11%) de Cambio Radical
y Rafael Pardo (4,38%) del partido liberal estuvieron prestos a colaborarle al
seguro ganador de la segunda vuelta electoral y se convirtieron en funcionarios
del gobierno durante las dos administraciones de Santos. El candidato Gustavo Petro (9,13%) promovió el
voto en blanco para la segunda vuelta electoral. El exministro de Defensa del
gobierno que terminaba luego de conocer
los resultados de la primera vuelta agradeciendo los mismo a Dios en primer
lugar, pronunciaba estas palabras ese 31 de mayo: “Señor Presidente Álvaro Uribe: éste es su triunfo y el de todos quienes queremos conservar su legado.
Colombia ha votado por defender sus logros y propuestas. Aquí está su partido,
el de La U, triunfando como siempre.”
La segunda vuelta en 2010 fue
un paseo triunfal para Santos quien aumentó su votación a nueve millones de
sufragios logrando el 69,12% de los votos contra el solitario y valiente
candidato Mockus quien obtuvo un 27,47% de los votos. En su primer discurso
como presidente electo agradeció nuevamente su triunfo al presidente Uribe y de
allí a su posesión no hubo entrevista o intervención en que no se refiriera a
su mentor como el presidente más importante de la historia de Colombia, incluso
en su discurso de posesión mencionó a Uribe y su esposa quienes fueron
ovacionados de pie por los invitados a la ceremonia. El 7 de agosto de 2010 no
existía en Colombia un uribista más comprometido, consagrado, adulador y
batracio que Juan Manuel Santos.
Sin embargo, una vez
posesionado como presidente comenzaron a cesar progresivamente los agradecimientos
a la divinidad y los vítores al caudillo. Santos reanudó las relaciones con
Venezuela, tramitó la ley de víctimas y restitución de tierras y al tiempo que
continuaba operaciones militares ofensivas contra las farc, comenzó
acercamientos con esa organización guerrillera para buscar la solución al conflicto armado en una mesa de negociación.
De la misma manera, su gobierno impulsó una nueva dinámica con las minorías y
paso la página en el enfrentamiento con las cortes. El costo de adoptar estas
decisiones y políticas públicas fue el rompimiento definitivo con su
predecesor, quien se convirtió en su opositor más virulento. Sin la decisión de
Santos de gobernar según sus propias convicciones y plena autonomía su gobierno
hubiera sido la continuación del gobierno de Uribe, muy al estilo de Medvédev
con Putin en Rusia.
El anterior resumen es
pertinente en la actualidad cuando los resultados de la primera vuelta de las
elecciones presidenciales han elegido presidente de la república. Iván Duque
con una votación superior al 39% del
total y más de siete millones quinientos mil votos obtuvo el primer lugar.
Gustavo Petro con algo más del 25% y más de cuatro millones ochocientos
cincuenta mil votos obtuvo el segundo lugar. Los dos candidatos disputaran la
segunda vuelta el próximo 17 de junio que será una mera formalidad por la
distancia en votos que los separa y la imagen negativa que trae a cuestas el
candidato que ocupo el segundo lugar. En 1998 cuando Horacio Serpa venció en
primera vuelta a Andres Pastrana, la diferencia fue de apenas 0,32% y menor a
35.000 votos. En segunda vuelta Pastrana triunfaría por una cifra superior a
450.000 votos y cerca del 5%. En las elecciones de 2014, Oscar Iván Zuluaga el
candidato de Uribe para esas elecciones ganó la primera vuelta con una
diferencia a su favor de más de 350.000 votos y 3,5%. En la segunda vuelta, luego
de recibir diferentes adhesiones e hipotecar el presupuesto de la nación a
delincuentes como los ñoños el presidente logró su reelección con una
diferencia de 5% y más de 900.000 votos. En esta oportunidad la diferencia
entre Duque y Petro es superior a los 2.700.000 votos, equivalente a un 14%. A
la gran diferencia alcanzada, se suma la imagen negativa de Petro superior al
45% lo que hace imposible que se produzca el milagro de cambiar los resultados
de primera vuelta. El único candidato que hubiera logrado poner en entredicho
la victoria de Duque era Sergio Fajardo debido a su escasa imagen negativa y
las pocas resistencias que generaba. Eliminado Fajardo en primera vuelta, las
posibilidades de evitar el triunfo de Duque se terminaron y las probabilidades reales de un triunfo de Petro son iguales a
las que tiene la selección ñ de Panamá de coronarse campeón en el próximo mundial
de fútbol. Al futuro debe tenerse claro que la única manera de disputar con
posibilidades de éxito la presidencia de Colombia con el uribismo es con un
candidato diferente a Gustavo Petro. De la jubilación de Petro como candidato
presidencial dependen las opciones del centro y los movimientos alternativos de
poder competir en las futuras elecciones presidenciales. Al estilo de Alvaro
Gomez en los setenta y los ochenta, cuya aparición como candidato garantizaba
el triunfo del liberalismo, la garantía de la continuidad del uribismo a
mediano plazo en el poder depende de que su contrincante sea Gustavo Petro. Ojalá
que él entienda esta situación y no estemos repitiendo esta historia en cuatro
años con un candidato cuyo único triunfo será pasar a segunda vuelta.
A partir del 18 de junio Duque
deberá comenzar a actuar como presidente de la república con la presión de su
partido que actúa desde ahora como el partido de gobierno, como pudo
demostrarse en las sesiones del Senado de la semana anterior en la aprobación
de la consulta anticorrupción y la ley que pretende regular la elección de
Contralor. Deberá adoptar prontas decisiones sobre el proceso de negociación
con el Ejército de Liberación Nacional, además de concretar los “retoques” al
acuerdo de paz con las farc que podrían echar al traste un proceso tambaleante.
Le pedirán que concrete con hechos su radical posición con la dictadura
venezolana y los sectores religiosos que lo apoyaron irrestrictamente le
solicitaran las medidas que borraran de la tierra la diabólica “ideología de
género”.
Duque deberá escoger si cumple
su programa de gobierno, es leal a sus electores y comienza a aplicar en el
país las mismas soluciones del año 2002 como si el tiempo no hubiera
transcurrido y los problemas fueran los mismos. O puede escoger no dar un
rodillazo al tablero y seguir construyendo sobre lo existente, lo cual implicaría
una traición a su mentor, con las consecuencias que ello pueda tener. Hoy por
hoy, la traición es nuestra esperanza.
Pobre Man. Con esa dualidad a cuestas. Pobre país. Con esas posiciones difíciles de asumir para la gerencia de la republica
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