El próximo 2 de diciembre se
cumplen 25 años de la muerte del personaje más influyente de la historia
reciente del país. El cuerpo del narcotraficante y asesino Pablo Escobar siendo
bajado de un tejado en la ciudad de Medellín entre aplausos y celebraciones de
las fuerzas del orden es una imagen que retrata una época en el país.
Son incontables los documentales,
libros, películas y series que sobre la vida del criminal se han realizado
desde su deceso. La versión oficial sobre la lucha de una parte de la sociedad colombiana contra Escobar trata de vender la moraleja que
no tiene sentido enfrentarse a los poderes del Estado y que todo aquel que los
desafíe tendrá tarde o temprano la misma
suerte del idealizado capo .
La manera como Escobar
infiltró el Estado colombiano en todas sus estructuras y su manera violenta de
solucionar las diferencias, lejos de convertirse en una práctica repudiada por
la sociedad, se convirtió en un modelo digno de réplica en todo nivel. Antes de
continuar con esta idea, es preciso repasar brevemente algunos hechos que
resultan determinantes para justificar la anterior afirmación.
César Gaviria llega al poder
gracias a la designación como candidato presidencial que le dio Juan Manuel
Galán el día del entierro de su padre. Aunque el esposo de la actual embajadora
en Egipto triunfa en las elecciones con la imagen e ideas de Galán desde el
inicio de su gobierno exhibe un talante diferente al del líder del Nuevo
Liberalismo. Su política económica no tiene coincidencia alguna con las ideas
galanistas y tenía mayores coincidencias con las ideas de su rival electoral
Alvaro Gómez Hurtado. Pero, la mayor fractura entre el moribundo galanismo y el
naciente-y hasta hoy existente-gavirismo fue la postura para combatir las
organizaciones dedicadas al narcotráfico. Gaviria con su particular pragmatismo
diseño una política de sometimiento a la justicia mediante la cual estos grupos
de hampones pagaron condenas irrisorias por “dejar de delinquir”. Con Escobar
el tema llegó al punto de la prohibición de la extradición en la
Constitución y el pago de la condena por
sus delitos en la famosa “catedral” Luego de la fuga de Escobar de su lugar de “reclusión”
y ante el desconcierto nacional e internacional, el gobierno resolvió convocar
a los delincuentes más peligrosos de Colombia que tuvieran cuentan pendientes
con el capo para recibir su apoyo en la captura y muerte del asesino a cambio
de su perdón judicial. Para contener al “patrón”, Gaviria no tuvo inconveniente
en transar y otorgar indultos a
criminales iguales o más sanguinarios que el reconocido capo. Los últimos 17
meses de vida del asesino entre madrigueras y órdenes de atentados ha sido más
contada en la actualidad que la vida de nuestro único premio nobel de literatura.
Muerto Escobar en diciembre de
1993, se intuía el inicio de un nuevo país donde la sociedad optaría por
preferir actividades diferentes a las realizadas por este oscuro personaje y se
presumía que iniciaba una suerte de corrección ética de la sociedad. Nada más
lejano a lo que ocurrió desde esa época. Apenas siete meses después de la
desaparición de Escobar, los narcotraficantes que hacían parte del denominado
Cartel de Cali –unos delincuentes “más chics y menos ordinarios” que el capo,
con bastante aceptación en los círculos sociales- entregaba una gruesa suma de dinero a una
campaña presidencia que determinaría la elección del sucesor de Gaviria. Samper
pasaría todo su mandato tratando de demostrar que el Tesorero y los directivos
de su campaña se aliaron con el cartel de Cali contra su voluntad para elegirlo
presidente. El costo de la permanencia en el poder del gracioso presidente fue
muy alto para el país. Las entidades estatales que no había alcanzado a vender
Gaviria fueron capturadas por delincuentes profesionales que solo dejaron
ruinas. Mientras ello ocurría, el fenómeno paramilitar crecía en poder
económico y político de la mano de algunos de los perdonados por Gaviria para
perseguir a Escobar. Desaparecería para siempre la línea entre lo correcto y ,lo incorrecto y desde la
década de los noventa sin importar partido ni gobierno se observaría la consolidación de la
corrupción en todo el aparato estatal. Fiscales con oficina, ministros que
regulaban los gremios que saldrían a dirigir o asesorar y presidentes que
ordenaban comprar votos con notarías y efectivo. Las discusiones sobre la
impunidad tanto en el proceso de desmovilización con las autodefensas con en el
proceso de paz con la guerrilla me han causado siempre risa. ¿En un país
edificado sobre la impunidad era válida la oposición a la dejación de armas de uno
u otro grupo en nombre de la justicia?
Los megaescandalos de los
últimos años en que se revelan fraudes contra el Estado por cientos y miles de
millones de dólares son el epílogo de la historia de un país en el cual la
cultura del dinero a cualquier precio se impuso por encima de todo tipo de
consideraciones. En ese estado de anomia
social, ambiciones ilegítimas se vuelven legítimas. La empresa más grande de
Colombia cambio de dueños sin pagar un centavo de impuestos por esa operación.
El mayor aportante como persona natural a la Campaña de Santos en 2010 terminó “pagando”
una condena en su casa de Medellín por
ser la cabeza de una sociedad que se embolsilló sin problemas el dinero de
miles de ciudadanos. Sus cómplices, serán beneficiados prontamente por la
prescripción de sus casos penales y saldrán a disfrutar sus fortunas al otro
lado del Atlántico, al estilo del ciudadano español dueño de una distribuidora
de carros de marca coreana que no tuvo inconveniente en comprar un juez y sus
funcionarios para amañar un fallo judicial que lo dejara en mejor posición para
negociar un acuerdo con su contraparte. El abogado que representó al
sofísticado empresario en España y logró que no fuera enviado a Colombia fue el mismo que
evitó en los ochenta que Gilberto Rodríguez fuera extraditado desde España a
Estados Unidos y gracias a ello pudo dirigir una década más su lucrativo
negocio.
Escobar murió hace 25 años
pero su espíritu criminal se expandió por el país como un virus sin que a la fecha
exista la esperanza de una cura. Muchos criminales de ayer son los señores que
hoy adoptan decisiones sobre cuestiones nacionales. Lo ocurrido el último
cuarto de siglo en Colombia muestra que Escobar y su talante ganaron la
partida. El único antídoto contra ese mal sería el conocimiento de la historia
por parte de los ciudadanos, pero este mundo actual de imágenes y conexión permanente
repudia el recuerdo y estimulan el momento, así que es una batalla pérdida
antes de iniciarla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario