sábado, 10 de noviembre de 2018

La victoria de Pablo Escobar


El próximo 2 de diciembre se cumplen 25 años de la muerte del personaje más influyente de la historia reciente del país. El cuerpo del narcotraficante y asesino Pablo Escobar siendo bajado de un tejado en la ciudad de Medellín entre aplausos y celebraciones de las fuerzas del orden es una imagen que retrata una época en el país.
Son incontables los documentales, libros, películas y series que sobre la vida del criminal se han realizado desde su deceso. La versión oficial sobre la lucha de una parte de  la sociedad colombiana  contra Escobar trata de vender la moraleja que no tiene sentido enfrentarse a los poderes del Estado y que todo aquel que los desafíe tendrá tarde o temprano  la misma suerte del idealizado capo .
La manera como Escobar infiltró el Estado colombiano en todas sus estructuras y su manera violenta de solucionar las diferencias, lejos de convertirse en una práctica repudiada por la sociedad, se convirtió en un modelo digno de réplica en todo nivel. Antes de continuar con esta idea, es preciso repasar brevemente algunos hechos que resultan determinantes para justificar la anterior afirmación.
César Gaviria llega al poder gracias a la designación como candidato presidencial que le dio Juan Manuel Galán el día del entierro de su padre. Aunque el esposo de la actual embajadora en Egipto triunfa en las elecciones con la imagen e ideas de Galán desde el inicio de su gobierno exhibe un talante diferente al del líder del Nuevo Liberalismo. Su política económica no tiene coincidencia alguna con las ideas galanistas y tenía mayores coincidencias con las ideas de su rival electoral Alvaro Gómez Hurtado. Pero, la mayor fractura entre el moribundo galanismo y el naciente-y hasta hoy existente-gavirismo fue la postura para combatir las organizaciones dedicadas al narcotráfico. Gaviria con su particular pragmatismo diseño una política de sometimiento a la justicia mediante la cual estos grupos de hampones pagaron condenas irrisorias por “dejar de delinquir”. Con Escobar el tema llegó al punto de la prohibición de la extradición en la Constitución  y el pago de la condena por sus delitos en la famosa “catedral” Luego de la fuga de Escobar de su lugar de “reclusión” y ante el desconcierto nacional e internacional, el gobierno resolvió convocar a los delincuentes más peligrosos de Colombia que tuvieran cuentan pendientes con el capo para recibir su apoyo en la captura y muerte del asesino a cambio de su perdón judicial. Para contener al “patrón”, Gaviria no tuvo inconveniente en transar y otorgar  indultos a criminales iguales o más sanguinarios que el reconocido capo. Los últimos 17 meses de vida del asesino entre madrigueras y órdenes de atentados ha sido más contada en la actualidad que la vida de nuestro único premio nobel de literatura.
Muerto Escobar en diciembre de 1993, se intuía el inicio de un nuevo país donde la sociedad optaría por preferir actividades diferentes a las realizadas por este oscuro personaje y se presumía que iniciaba una suerte de corrección ética de la sociedad. Nada más lejano a lo que ocurrió desde esa época. Apenas siete meses después de la desaparición de Escobar, los narcotraficantes que hacían parte del denominado Cartel de Cali –unos delincuentes “más chics y menos ordinarios” que el capo, con bastante aceptación en los círculos sociales-  entregaba una gruesa suma de dinero a una campaña presidencia que determinaría la elección del sucesor de Gaviria. Samper pasaría todo su mandato tratando de demostrar que el Tesorero y los directivos de su campaña se aliaron con el cartel de Cali contra su voluntad para elegirlo presidente. El costo de la permanencia en el poder del gracioso presidente fue muy alto para el país. Las entidades estatales que no había alcanzado a vender Gaviria fueron capturadas por delincuentes profesionales que solo dejaron ruinas. Mientras ello ocurría, el fenómeno paramilitar crecía en poder económico y político de la mano de algunos de los perdonados por Gaviria para perseguir a Escobar. Desaparecería para siempre la línea entre  lo correcto y ,lo incorrecto y desde la década de los noventa sin importar partido ni gobierno  se observaría la consolidación de la corrupción en todo el aparato estatal. Fiscales con oficina, ministros que regulaban los gremios que saldrían a dirigir o asesorar y presidentes que ordenaban comprar votos con notarías y efectivo. Las discusiones sobre la impunidad tanto en el proceso de desmovilización con las autodefensas con en el proceso de paz con la guerrilla me han causado siempre risa. ¿En un país edificado sobre la impunidad era válida la oposición a la dejación de armas de uno u otro grupo en nombre de la justicia?
Los megaescandalos de los últimos años en que se revelan fraudes contra el Estado por cientos y miles de millones de dólares son el epílogo de la historia de un país en el cual la cultura del dinero a cualquier precio se impuso por encima de todo tipo de consideraciones.  En ese estado de anomia social, ambiciones ilegítimas se vuelven legítimas. La empresa más grande de Colombia cambio de dueños sin pagar un centavo de impuestos por esa operación. El mayor aportante como persona natural a la Campaña de Santos en 2010 terminó “pagando” una  condena en su casa de Medellín por ser la cabeza de una sociedad que se embolsilló sin problemas el dinero de miles de ciudadanos. Sus cómplices, serán beneficiados prontamente por la prescripción de sus casos penales y saldrán a disfrutar sus fortunas al otro lado del Atlántico, al estilo del ciudadano español dueño de una distribuidora de carros de marca coreana que no tuvo inconveniente en comprar un juez y sus funcionarios para amañar un fallo judicial que lo dejara en mejor posición para negociar un acuerdo con su contraparte. El abogado que representó al sofísticado empresario en España y logró que no  fuera enviado a Colombia fue el mismo que evitó en los ochenta que Gilberto Rodríguez fuera extraditado desde España a Estados Unidos y gracias a ello pudo dirigir una década más su lucrativo negocio.
Escobar murió hace 25 años pero su espíritu criminal se expandió por el país como un virus sin que a la fecha exista la esperanza de una cura. Muchos criminales de ayer son los señores que hoy adoptan decisiones sobre cuestiones nacionales. Lo ocurrido el último cuarto de siglo en Colombia muestra que Escobar y su talante ganaron la partida. El único antídoto contra ese mal sería el conocimiento de la historia por parte de los ciudadanos, pero este mundo actual de imágenes y conexión permanente repudia el recuerdo y estimulan el momento, así que es una batalla pérdida antes de iniciarla.

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