lunes, 2 de junio de 2014

A las puertas de la tercera reelección de Uribe

Doce años después de su llegada a la presidencia, el país se apresta a reelegir por tercera vez a Alvaro Uribe. En 2006 en nombre propio, en 2010 en el cuerpo de  Santos y ahora representado por  Zuluaga, el líder político más influyente de nuestra época obtendrá su cuarta victoria consecutiva en elecciones presidenciales desde 2002. En Colombia participa  solo  el 50% de los ciudadanos con derecho a   votar en las elecciones.  La cuarta parte de esos habituales sufragantes son uribistas convencidos de las bondades de los ocho años del gobierno de la seguridad democrática que consideran lamentable que el líder que  dirigió la transformación de Colombia no pudiera quedarse de manera vitalicia en el cargo de presidente. Para remediar esa situación, hace cuatro años votaron por el candidato que recibió la bendición del elegido y ahora, cuatro años después, lo harán por el candidato designado por el partido creado y dirigido por el exmandatario traicionado por su antiguo ministro de defensa.
La oposición al proceso de paz durante el gobierno de Andrés Pastrana lo impulsó a nivel nacional durante el segundo semestre de 2001. Con el rompimiento de los diálogos en febrero de 2002, a menos de tres meses de las elecciones presidenciales, Uribe recogió a su favor la indignación nacional contra la prepotencia de las farc durante el proceso del Caguán y ganó las elecciones en la primera vuelta presidencial que se convirtió en un plebiscito contra esa organización guerrillera. Su estilo trabajador y combativo recibió un importante respaldo por parte de la opinión pública, situación que le permitió tener durante sus ochos años de gobierno un alto nivel de popularidad, a pesar de los escándalos que llevaron a los estrados judiciales a sus más cercanos funcionarios. Si bien Uribe recupero la seguridad y atrajo la inversión extranjera, sus actuaciones en materia de derechos humanos y respetos por las demás instituciones dejaron mucho que desear. El Departamento Administrativo de Seguridad fue puesto al servicio de actividades delictivas por instrucciones de funcionarios cercanos al presidente de la república.  Pareciera que mientras el presidente mantuviera su actitud firme contra las farc era permitido que en su gobierno se realizaran cualquier clase de actividades, fuera éstas lícitas o no.  Recibir delincuentes en el palacio presidencial, armas complots contra funcionarios de la rama judicial, insultar y amenazar con golpear a personas cercanas, instar a pelear a presidentes de países vecinos eran situaciones que eran recibidas con gracia por sus fieles seguidores que las interpretaban como muestras del carácter que ninguno de los presidentes anteriores había tenido hasta ese momento. Para bien o para mal, Uribe representa los valores de la nueva Colombia surgida después de los setenta y los ochenta con la movilidad social obtenida por  contrabandistas y narcotraficantes donde se celebra el resultado pero nunca se pregunta por los medios. Cuando los congresistas de su coalición comenzaron a ser detenidos por sus vínculos con organizaciones criminales, lejos de realizar una reflexión sobre el asunto, Uribe solicitó a todos que votaran por los proyectos del gobierno en el Congreso antes de que fueran a la cárcel.  Fue gracias a los votos del presidente Uribe y ante la imposibilidad de éste de reelegirse en nombre propio por segunda vez que Juan Manuel Santos llegó al poder en 2010.
Las diferencias entre Uribe y Santos terminaron por acabar la relación entre ambos y convirtieron al expresidente en uno de sus más acérrimos opositores durante este cuatrenio de gobierno que termina. Causaba gracia ver al expresidente acusando a Santos de realizar las mismas maniobras politiqueras que él realizo durante ocho años. La única diferencia de fondo entre ambos, es que mientras Uribe nombraba como embajadores a personajes como Edgar Perea o Carlos Moreno de Caro, Santos nombraba a Yo,JoseGabriel.  Con el presupuesto y los cargos públicos a su disposición el actual presidente armó una arrolladora aplanadora parlamentaria que le permitía aprobar los proyectos que fueran de su interés en el Congreso. Santos y su equipo de gobierno desdeñaron la importancia política de su mentor y dieron como cierta de manera anticipada su reelección considerando las elecciones como un mero formalismo. Mientras esto ocurría, Uribe se reincorporó a la política activa, creo un partido político, se lanzó con una lista cerrada al Senado y en una convención de sus seguidores designó a Oscar Iván Zuluaga como su candidato a la presidencia. En medio de una campaña aburrida y sin propuestas, los dos candidatos con más favorabilidad se encargaron de demostrarnos todos los días que no tienen ningún límite legal, ético ni moral con tal de cumplir su objetivo de lograr la presidencia. Ambos son hijos del mismo padre. No importa como lo hagan, lo importante es que ganen. El resto lo manejamos después.
El tema de la paz ha sido el único asunto diferenciador del actual debate electoral. El presidente vende su producto indicando que quedan solo dos puntos de la agenda acordada con las farc y para salvar la posibilidad de un acuerdo, él está dispuesto a sacrificarse por el país otros cuatro años. Aunque no hay debate ni intervención en que no repita que la paz no es suya sino del país, el único argumento para solicitar el voto por su continuidad es el proceso de paz. Del otro lado, Zuluaga muy al estilo del actual presidente ha cambiado de posición hasta llegar a manifestar que continuara el actual proceso si las farc cumple algunas condiciones. Y la anterior, es la única diferencia entre los dos candidatos a la presidencia. En materia económica su propuesta es la misma, en el asunto minero, ambos  hicieron parte del gobierno de Uribe que entregó siete millones de Has en títulos, incluidas miles en páramos y no piensan modificar nada sobre el particular. Y de los demás temas ni hablan. Para los seguidores del Zorro los que votan por el presidente quieren ayudar a implantar el castrocahvismo y para los seguidores de Santos quienes voten por su contrincante están condenado al país a una guerra sin fin. Incluso, estos últimos, mayoritarios en las columnas de prensa de los diarios sugieren que votar en blanco o abstenerse es hacerle el juego a la guerra.
No nos jodan. Votar en blanco o abstenerse en un derecho que tenemos los que consideramos que el país ya eligió el pasado 25 de mayo. Eligió seguir igual, gobernado por los mismos que lo mantienen en el estado en que se encuentran hace muchos años. Los matices entre ambos aspirantes son imperceptibles. Santos depende hoy que la votación en la Costa Caribe se duplique de la primera a la segunda vuelta para tener alguna posibilidad de pelear la presidencia. Y eso solo se logra con dinero contante y sonante que manejaran los mismos que se benefician gane quien gane la presidencia. Los mismos que hace unos años fueron pastranistas, luego uribistas, después santistas y desde agosto zuluaguistas. Tipos como Carlos Holmes Trujillo. (Cónsul de López y Turbay, Ministro de Gaviria y Samper, Embajador de Pastrana, Uribe y Santos y ahora candidato a la vicepresidencia)  Gane cualquiera de los candidatos, el verdadero triunfador es Alvaro Uribe. Con Zuluaga porque manejara la presidencia y en la eventualidad de ganar Santos porque demostró que la élite tradicional del país es capaz de unas bajezas peores que las suyas con tal de no dejarse arrebatar el poder.

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