Desde hace varia décadas
eran conocidos en todo el mundo los negocios corruptos que realizaba los
dirigentes de la Fifa. Periodistas de diferentes nacionalidades habían
denunciado la manera como se seleccionaban sedes de campeonatos mundiales y se
adjudicaban los patrocinios de los diferentes eventos que realizaba la entidad.
A nivel suramericano, personajes de la talla de Grondona, Leoz, Texeira y Figueredo
realizaban sus oscuros negocios a la luz del día sin el menor temor de ser
judicializados debido a que se consideraban intocables por el poder que les
daba ser los jerarcas del fútbol. Al contrario, en muchos de nuestros países
eran personajes a quienes se les rendía respeto y muchos les tributaban
admiración.(El 19 de julio de 2001 el Congreso colombiano reconoció a Nicolás
Leoz con la Orden en el Grado de Gran Caballero. El presidente del Congreso del
momento, doctor Mario Uribe Escobar entregó la distinción. Hoy Uribe es un
expresidiario y Leóz va rumbo a la cárcel) Tan rentables y beneficiosos eran los
réditos de sus actividades que por su cabeza jamás se consideró el retiro como
una opción. A estos reyezuelos solo la muerte podría separarlos de sus cargos
en Fifa y conmebol. Nunca imaginaron que serían procesados, encarcelados y sus
delitos expuestos en público. Hace quince días la mafia
que actuó con mayor libertad en el último tiempo fue desarticulada.
Desde la llegada de Havelange en 1974, continuando con el suizo Blatter desde
1998, fueron más de cuarenta años de comisión continua de delitos. Pareciera que este mundial de la corrupción
apenas comienza debido a que estos
delincuentes con la finalidad de negociar sus penas colaboraran con la justicia
y terminaran delatando a quienes falta procesar.
Mientras tanto en Colombia,
semanalmente se conocen noticias sobre el magistrado de la Corte Constitucional
Jorge Pretelt, quien cuando no es acusado de solicitar dinero para tramitar
decisiones en ese tribunal, es acusado de acumulación ilegal de baldíos o de violentar
normas ambientales. El magistrado no conjuga el verbo renunciar y pareciera que
solo dejara su lugar en la Corte cuando termine su periodo. Para mantener el
nivel ético de la actual Corte, gracias a un fallo de tutela del Consejo de
Estado desde hace algunas semanas volvió a ejercer su cargo el magistrado
Alberto Rojas quien jamás puedo dar explicaciones convincentes sobre su
actuaciones como apoderado de la señora Isabel Victoria Marín y sus hijos,
quienes luego de un largo proceso judicial obtuvieron un fallo favorable pero
el valor de la condena que pago el Estado nunca les fue entregado por su
abogado. Estos dos togados conforman junto al magistrado Vargas, una de las
salas de revisión de tutela de la Corte Constitucional. Puede uno imaginarse la clase de justicia que
imparte este dúo dinámico.
No es posible cuantificar el
daño que este par de oscuros personajes le ha hecho a la última Corte en la que
se guardaba algún nivel de confianza. La fama ganada a pulso, especialmente por
los integrantes de la primera Corte Constitucional ha sido pulverizada. Al
igual que los directivos de la Fifa hasta hace unos días, estos magistrados que
avergüenzan la comunidad jurídica tienen fe ciega en el triunfo de la impunidad
por sus acciones. El éxito de su causa puede ser la estocada final que le
faltaba a la justicia en Colombia. Las reacciones de los últimos días de
ciudadanos que quieren hacer justicia por propia mano por la desconfianza en el
sistema judicial son un indicador del nivel de insatisfacción con el servicio
más importante que debe cumplir un Estado. Cuando en la Corte más importante
del país se sientan a elaborar sentencias y dar votos prepotentes estafadores
de viudas y traficante de fallos sin que nadie pueda impedirlo, se está
incentivando a los particulares a resolver los problemas entre ellos, pues
nadie quiere que sus diferencias las decidan quienes debían estar en el
banquillo de los acusados y no con la toga de los jueces.
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