martes, 27 de diciembre de 2016

La paz que divide.


No parece que se hubiera firmado el acuerdo que pone fin después de medio siglo a las farc como organización insurgente y permite su llegada a la actividad política como organización que participara en la vida política de Colombia. El final de una estéril y degradada confrontación en vez de unirnos como sociedad nos separa de una manera impensada. La idea de aniquilar al adversario y escupir sobre su lápida fue bien promocionada y tiene más seguidores que aquella de suscribir un acuerdo que trate en algo de remediar las exclusiones históricas de la sociedad colombiana.

Y nos venden la historia de la división del país entre santismo y uribismo, como si esas dos facciones no fueran en esencia lo mismo. Los santistas de hoy fueron los uribistas de ayer. Un puñado de dirigentes a quienes lo único que los conmueve es el acceso al presupuesto y las entidades oficiales para perpetuar su continuidad en el poder. Así, el odiado Roy de hoy era el compadre de Uribe ayer. Las alimañas que saquearon impunemente la dirección nacional de estupefacientes durante el gobierno de Uribe hacen parte hoy de la Unidad Nacional de Santos. Uribe gobernó ocho años sobre las espaldas de la misma coalición que Santos lo ha hechos los últimos siete. Y con los mismos métodos. Una diferencia entre ambos podría ser que mientras Uribe fracasó en el intento de ubicar cómplices suyos en la fiscalía y el ministerio público, Santos dio una clase magistral al colocar dos exministros suyos en estas posiciones para garantizar impunidad total sobre los hechos y acciones de su gobierno el próximo lustro. De manera especial, la repugnante elección de un batracio de todas las horas como Carrillo en la Procuraduría permitirá que no existan sanciones disciplinarias para sus cercanos en los años por venir. En la Contraloría, tuvo otro acierto Santos al imponer la elección de Maya, quien tiene probadas credenciales en omisión de cumplimiento de sus funciones en beneficio de quienes lo hubieren promovido al cargo. En la designación de fiscal y órganos de control Santos fue un alumno aventajado de Uribe.

Y nada mejor para terminar de dividir los ciudadanos de un país que mezclar las creencias religiosas en las decisiones públicas. Durante el segundo semestre de 2016 Colombia se mantuvo alerta a la discusión sobre la implantación de la ideología de género que pondría en riesgo la niñez y la juventud colombiana. Para lograr erradicar de raíz el tema, la exfiscal y ahora Senadora Vivian Morales y su angelical esposo presentaron un referendo que busca modificar la constitución para establecer que la adopción solo será permitida a parejas heterosexuales tan respetables como ellos. Ellos lo hacen por los niños. El partido del expresidente Uribe, tan ofendido y preocupado por la participación de los miembros de las farc en política, respaldo rabiosamente la propuesta del exguerrillero Lucio, quien ahora es un devoto cristiano que se ha convertido en un ciudadano ejemplar. Esperemos que la Corte Constitucional nos salve del exabrupto de legislar de acuerdo a las creencias religiosas de un grupo en particular.

En últimas, los acontecimientos de este año han mostrado que el pluralismo, la  tolerancia y la libertad son valores escritos en la Constitución pero que no tienen eco en el país de hoy. Seguimos siendo una parroquia conservadora, arribista, excluyente y señaladora que asocia una discurso sobre la inequidad con el comunismo donde continua siendo un escandalo que dos hombres o mujeres se besen en la boca pero que no tiene problema en que más de un centenar de defensores de derechos humanos sean asesinados por "fuerzas oscuras" Durante gran parte del siglo XX el discurso religioso estuvo más pendiente de la cama de los feligreses que de la acciones de los mismos. Y así, mientras se "controlaba" el líbido de hombres y mujeres, nos matamos en todas las formas imaginables por las causas más estúpidas posibles.

Hoy, que tendríamos la posibilidad de construir una nueva forma de relacionarnos, elegimos nuevamente dividirnos. El principal argumento de los opositores del Acuerdo Final con las Farc es la ausencia de justicia y la promoción  de la impunidad. Esos mismos actores denuncian en el exterior las sentencias de la Corte Suprema de Justicia y piden asilo político en otras naciones cuando ellas les son contrarias. Es decir, quienes acusan al sistema judicial de corrupto son los mismos que se oponen al acuerdo por su ausencia de sometimiento a la justicia nacional.

Pareciera el camino abonado para la llegada al poder de un Frankestein tipo Alejandro Ordoñez quien poniéndonos a discutir sobre futilidades nos devuelva a finales del siglo XIX. Sería la mejor manera de continuar el statu quo de hombres blancos, heterosexuales, buenos y trabajadores tipo Pablo Victoria que dirigen a los coscorrones a la guacherna promiscua y vaga que necesita ser conducida con disciplina. Ojala no olvidemos las dolorosas lecciones del pasado.



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