lunes, 13 de marzo de 2017

Vargas LLeras: La reelección de Santos y Uribe

El turbulento inicio de 2017 en materia de escándalos de corrupción en el Gobierno Nacional en la última década con participación de funcionarios de filiación uribista y santista ( que hace un lustro era lo mismo)  han calentado el ambiente y adelantado el inicio de la campaña presidencial.
La reelección de Santos tuvo un costo inmenso para el erario público. Los caciques regionales que fueron determinantes en la segunda vuelta electoral de 2014 cobraron su apoyo al presidente por ventanilla. El elegido vicepresidente tomo para sí los ministerios de transporte, vivienda y se convirtió en el propietario de la gran obra pública en Colombia. La concentración de las megaobras en pocas manos y el castigo a quienes no hiciera la venia al vice-emperador se convirtió en la nueva ley. Por ello, uno es el trato al contratista del túnel de la línea por incumplimiento, al cual se le caduca el contrato y se provoca la liquidación de su empresa y otro es el trato a los financiadores de las campañas del actual presidente y vicepresidente, quienes lograron por sobornos acceder a la concesión de la Rutal del Sol II, a quienes se les termina el contrato sin sanción alguna. Cuando una de las empresas involucradas en el escándalo es del propietario de El Tiempo, la tercera parte de la banca, el mayor fondo privado de pensiones  y la cuarta parte de las APP, se presume la tierna inocencia de la organización y todos los órganos de control a una sola vez ofrecen el salvavidas al dueño del aviso. En circunstancias como estas, es donde se conoce quien es el verdadero patrón.
En medio de esta situación de confusión donde a diario se conocen noticias que comprometen a funcionarios y exfuncionarios de ambos gobiernos, renuncia el vicepresidente para iniciar la campaña que lo debe llevar a cumplir su destino de ser presidente de la república. Vargas Lleras tiene el mismo sentido de la lealtad que Santos y  las mismas buenas maneras de Uribe. En 2001 salto al uribismo una vez las encuestas dejaron de favorecer a Serpa y permaneció en el con representación en el gobierno hasta que el gran colombiano promovió una nueva reforma a la Constitución para su segunda reelección. Al perder en la primera vuelta de 2010, se unió al candidato Santos y permaneció como ministro de varias carteras en el primer mandato. Para las elecciones de 2014 aceptó la inclusión en el tarjetón en compañía de Santos a cambio de manejar con facultades  omnímodas el presupuesto de infraestructura del país. Hoy en las calles de algunas ciudades se le agradece por las casas gratis que regaló el generoso vicepresidente.  Su trato descortés, clasista y arribista es legendario. Increpa a todo el que no acepta sus órdenes y no tiene inconvenientes en golpear a sus subalternos para luego pedirles excusas sin siquiera mirarlos a la cara. En síntesis, es un frankestein elaborado con partes de Uribe y Santos. Su elección garantiza cuatro años de mayor concentración económica, autoritarismo y consolidación de élites regionales que gustan de un presidente que les pida votos, les entregue presupuesto y nos los vigile ni controle. De ñapa, sus hermanos nos recordarían a los emprendedores hijos del presidente Uribe.
El vicepresidente inicia la campaña con una ventaja que lo hace difícil de alcanzar. Un lustro de manejo del presupuesto, amigos beneficiados que deben cumplir sus compromisos y un fiscal que pasara su periodo explicando sus inocultables conflictos de interés que le impedirán indagar sobre las actuaciones de sus jefes políticos son el conjunto de situaciones perfectas para la llegada al poder de Vargas Lleras, quien por la mañana es santista y a la noche podría ser uribista.

Se comprueba una vez más que toda situación mala, es susceptible de empeorar.

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